Opinión

La grandeza de la democracia

Izquierda Castellana es una formación política sin representación parlamentaria que, sin embargo, se ha erigido como inductora y coordinadora de una manifestación que desea rodear el Congreso de los Diputados precisamente en el momento en el que  los representantes del pueblo eligen por mayoría simple a Mariano Rajoy para presidir el Gobierno. Se trata de una manifestación que cumple con todos los requisitos para llevarse a cabo porque ha presentado la documentación correspondiente en la sede de la Delegación del Gobierno. La petición no garantizaba una fecha fija para desenvolverse porque sus propios organizadores reconocían en el escrito que habrían de ceñirse a la data concreta en la que  Rajoy fuera elegido en segunda vuelta, y en el momento de su tramitación administrativa esa fecha aún no estaba determinada.


El ordenamiento jurídico y nuestro marco de derechos y libertades garantizan a quienes deseen manifestarse su derecho a hacerlo. Afortunadamente, y tras una prehistoria en blanco y negro de sombras, lágrimas, frustraciones y lodo, vivimos en un país cuyo sistema es irreprochable. Y por tanto, permite que quienes deseen protagonizar una marcha como la que ha pretendido y obtenido la formación Izquierda Castellana pueda celebrarse.

Pero conviene reflexionar sobre las características de esta convocatoria, analizar sus motivos y concluir en el peligro evidente que la marcha que predica rodear el Congreso entraña para que en el futuro no nos llamemos a engaño. Quieran o no quieran los partidos alternativos y populistas minoritarios nacidos de situaciones coyunturales, esa democracia cuyas más altas y necesarias instituciones pretenden cercar pregonando su aislamiento constituyen precisamente la razón de un marco político que garantiza el sagrado derecho a la libertad de expresión y por tanto, produce las condiciones necesarias para que esta manifestación pueda llevarse a cabo. La cita cuestiona la libertad de los propios parlamentarios para votar lo que deseen y sirve de amenaza para la aplicación de la conciencia individual en el hecho trascendente de emitir un voto. Lo más disparatado es que una parte de los simpatizantes de este acto sin pies ni cabeza están dentro del propio Hemiciclo que se rodea. Pero también la democracia permite estas paradojas. En ello está también su grandeza.

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