Opinión

El incierto reinado de Witiza

Los que jugamos al mus, solemos hacer uso de un argot peculiar cuajado de significados igualmente pintorescos. El mus ya se jugaba en el siglo XVIII, pero entonces era una actividad propia de sujetos de baja estofa e índole chulesca, y así viene reflejado en muchas enciclopedias editadas incluso un siglo después. La definición del mus como juego cursado en muladares y jugado por arrieros, pervivió por tanto hasta culminado el siglo XIX. Y no adquirió carta de honradez y relativa nobleza hasta bien entrado el XX. “Estoy puesto por el ayuntamiento”, reza uno de sus adagios más populares sin duda inspirado en los bancos de propiedad municipal donde se sentaban a dormitar con la fresca los cesantes, “remar, remar para morir en la orilla”, advierten los que llevan ventaja a la pareja rival para significar que por mucho que cuente, perderán el juego, “los mirones son de piedra y dan tabaco” se recomienda a los espectadores de una partida para que estén en silencio y ofrezcan su cajetilla, cuando fumar se podía… Y sobre todo, hermosa frase histórica donde las haya, la que dice: “incierto se presenta el reinado de Witiza”.

El rey godo Witiza, fue un monarca visigodo que compartió la corona con su padre –un sujeto temible llamado Égica- hasta el fallecimiento de este y que, posteriormente, siguió gobernando solo según los cronicones y se mostró mucho más comprensivo y sensible que su papá quien, por lo visto, era una mala bestia. Witiza tuvo un reinado irregular, sujeto a situaciones mutables. E intercaló momentos de prosperidad y buen gobierno con situaciones muy tremendas, como un par de hambrunas y una epidemia de peste, que dejaron en cuadro a sus súbditos. Si bien no está claro cómo y dónde pasó a mejor vida, se sabe que fue el penúltimo de su dinastía y lo sucedió el rey Rodrigo, el que perdió su corona y su honra en Guadalete en 711, y accedió a cumplir el mandato de un santo eremita y expiar sus pecados encerrándose en un sepulcro en vida, acompañado por una enorme culebra. Como gran parte de sus culpas tenían mucho que ver con la carne –no la de caldeiro precisamente- el romance dice que la serpiente “le comía y le comía por do más pecado había” es decir, se lo jamaba por la entrepierna.

Puestos a recomendar un deporte para el nuevo confinamiento, sugiero el aprendizaje del mus. Por correspondencia.

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