Opinión

Los ingleses y la ley de Murphy

Sospecho que los males que aquejan al Reino Unido vienen de lejos y no se limitan a este periodo próximo. Pero no cabe duda de que la percepción de que todo ha ido a peor y puede empeorar todavía más se impone desde el periodo en el que Cameron fue vecino del 10 de Downing Street. 

Fue un ingeniero estadounidense llamado Edward Murphy quien planteó una reflexión de marcado carácter pesimista que ha acabado haciéndose un sitio en el imaginario colectivo con formato de ley incontrovertible. Murphy comprobó que si existen varias maneras de afrontar una tarea y una de ellas es peor que todas las demás, alguien se encargará de elegir ese camino, si bien la sociedad en general se encargo de simplificar su enunciado y reducirlo a su expresión más simple. Si algo sale mal siempre es susceptible de salir peor.  Murphy, que había nacido en la zona del Canal de Panamá en 1918 y tras graduarse en West Point se convirtió en piloto de la Armada,  abandonó el servicio activo para convertirse en un científico de gran prestigio. Pero ha pasado a la historia por aquella ley de cuya interpretación popular nunca estuvo muy satisfecho y que seguramente por afinidad han adoptado los británicos en su reciente deriva política. Cuando David Cameron convocó el famoso referéndum para medir su fuerza política y salió perdiendo, todo comenzó a ir a peor en la política británica. Simplemente no ha parado de hacerlo desde entonces y las perspectivas parecen advertir que los británicos están perfectamente dispuestos a rendirse a los temores del ingeniero Murphy y su ley que advierte que nada existe bajo la bóveda celeste que no pueda empeorar. La mejor prueba  de ello es que Boris Johnson ha tomado el avión desde sus vacaciones en la República Dominicana y se ha plantado en Londres. Tiene unos pocos días para juntar los apoyos políticos necesarios y presentar su candidatura a las primarias de su partido, ganarlas y retornar a su puesto de primer ministro, cargo que abandonó hace mes y medo, los mismos que ha durado en el cargo  Liz Truss –cuarenta y cinco días exactamente- antes de presentar su dimisión al rey convencida de dos verdades distintas. Que en ese tiempo ha metido la pata tres veces  y tres veces ha tenido que pedir perdón por hacerlo, y que no hay peor enemigos en política que los de tu propio partido. Ya lo dijo Pío Cabanillas: “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”

Te puede interesar