Opinión

La inteligencia desvelada

Una laxa interpretación del reglamento interno por el que se rige el funcionamiento del Centro Nacional de Inteligencia, o si ustedes lo prefieren una graciosa donación del presidente Sánchez al pacto, ha permitido que Pablo Iglesias se incorpore a la Comisión Delegada del Gobierno que controla la agencia. Teniendo en cuenta que hace tan solo unos meses el presidente Sánchez advertía en voz alta que no podría dormir si el hoy vicepresidente manejara responsabilidades, poner en sus manos todos y cada uno de los secretos más que afectan al Estado es una decisión sumamente contradictoria. El presidente se echaba a temblar ante la posibilidad de compartir con el líder de Unidas Podemos temas secretos y ahora se los regala. Es un presidente que se distrae mucho y se olvida con gran frecuencia de sus propias decisiones, un modo sumamente afable de llamarle mentiroso. Lo es y hasta un punto inadmisible si no fuera porque el deterioro al que ha sometido a nuestra trabajada y difícilmente obtenida democracia, va camino de resultar irreparable, creando un clima en el que situaciones como las que está planteando han perdido importancia. Pablo Iglesias manejando los secretos de Estado es siempre un motivo de preocupación y el presidente lo sabe pero la nueva situación manda. Nos preocupa a casi todos los demás pero da igual, porque la decisión es firme y Sánchez no se va a volver atrás. A partir de hoy, Iglesias está facultado para manejar información secreta y reservada de todos los asuntos relacionados con la Inteligencia y también los de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Nada menos.

Lo que a un espectador imparcial y ecléctico preocupa sin embargo no es ya el hecho de que un personaje con los inquietantes antecedentes del actual vicepresidente maneje los secretos más íntimos del Estado, sino el hecho de que todo en el presidente suene a impostura. Pedro Sánchez no se muestra sincero en matrerías relacionadas con su actitud política –principios que ha variado de un día para otro- sino en la propia construcción de su personalidad, de su vida, de su obra y de su relato. Ha sembrado dudas sobre su currículum, ha sembrado dudas sobre su actividad universitaria, sobre sus méritos y sus titulaciones, sobre su ideología, sobre sus amistades, sobre su entorno, sus fines y sus objetivos, su competencia profesional, su existencia personal, sus creencias y sus fidelidades, sus gustos y sus intenciones. En definitiva… todo.

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