Opinión

La irresponsabilidad culpable

La secretaria de Estado de Igualdad, la gallega Ángela Rodríguez Pam, se está labrando una dudosa fama cimentando su posición desde su privilegiada posición de representante de un gobierno. No estamos habituados ni en este ni en la mayoría de los países del área continental a convivir con altos cargos de la administración que evidencien esos comportamientos, ni tampoco tenemos por cierto que puedan ser disculpables, aunque las más recientes condiciones que parecen definir el perfil renovado de nuestro ordenamiento jurídico es cierto que han abierto mucho la mano en los grados de permisividad que definen los límites en la conducta de los parlamentarios electos. Ángela Rodríguez se solidarizó con un grupo de manifestantes que en una de las muchas manifestaciones que salieron a la calle el día 8 portaba una pancarta en la que se expresaba la pena porque la madre de Santiago Abascal no podía abortar y colgó la instantánea en las redes. Luego retiró la imagen pero el mal estaña ya hecho.

Es evidente que los tiempos nuevos ofrecen también nuevas dosis de capacidad de expresión y libertad para hacerlo, pero existe una línea que no se puede cruzar y esta situación protagonizada por la secretaria de Estado invade de lleno el territorio de lo prohibido y mucho más si su protagonista es, como en este caso, un alto cargo gubernativo. Y además es bueno que sea, así, porque esta necesaria prohibición preserva de actuaciones infames un área de la gestión que necesita ser ejemplar y ha de afanarse día a día en conseguirlo.

Con independencia de las medidas que tanto Vox como su líder de modo particular adopten ante lo que podría catalogarse un delito de odio, es bueno que las propias instituciones determinen hasta dónde se puede llegar en la pugna política. La actitud de Ángeles Rodríguez –no es la primera vez que protagoniza un disparate- no debería repetirse, pero lo más alarmante de esta situación es la propia condición de la autora del hecho. Un cargo público debería dar testimonio de preparación y alto nivel cultural y social, pero Rodríguez no muestra ni una cosa ni otra. Expone simplemente un caso de irresponsabilidad manifiesta como ya va siendo habitual y no sopesa ni analiza el alcance de sus hechos. Es más la estupidez que la culpa. Y eso es lo que más debería preocupar.

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