Opinión

La condición humana

Somos los humanos gente muy proclive a exceso hasta tal punto que por muy fiables que sean las fuentes que se manejan para desentrañar la Historia, siempre hay que tener en cuenta lo proclive que suele ser el cronista a otorgar a las figuras de su tiempo mayor rango del que en verdad merece. Se tiende a divinizar al personaje ya por afinidad, ya por agradecimiento, ya por comparación o por otras muchas motivaciones, y suele salir demasiado guapo en los retratos de obra o de palabra que acaban conquistando la posteridad. Ay de aquel que se crea todo lo que cuentan los tratados históricos en los que se suele olvidar que la condición humana es sinuosa y nunca hay personalidad que no tenga que enfrentarse a las dos caras de la moneda de la vida. Nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo. Lo natural es que todos seamos tirando a grises y todos estemos subordinados a la condición de hijos de una madre capaz de parir  tanto a San Francisco de Asís como a M el vampiro de Dusseldorf. El bien y el mal absoluto no tienen cabida en un universo sembrado de un haz y un envés similar al de las hojas de otoño.

Cincuenta años hace que Felipe González triunfo en unas elecciones, las primeras democráticas en las que la izquierda alcanzó la capacidad de Gobierno. Los que vivimos hoy y fuimos testigos y parte imprescindible de aquellos comicios no podemos sustraer la victoria de Felipe del ámbito natural en el que se obtuvo. Era una España ansiosa de libertad y esperanza, una España de jóvenes callejeros cantando sus deseos, sus anhelos, sus esperanzas. Era un país naciente necesitado de vivir otra cosa. Otra realidad, otra pasión, otra situación, otro debate, otra información, otro sexo, otra idea, otra vida, otros amores, otros deseos… Cualquiera se ponía a reflexionar sobre la condición de aquellos líderes pujantes  que se aprestaban a labrar una sociedad libre, guapa y distinta.

Hoy, aquellos mocitos y mocitas airados y sedientos sabemos muchas cosas que entonces no sabíamos. Que el rey se las ha arreglado para ir tirando por la ventana su prestigio, que Suárez  se olvidaba con frecuencia de que era primer ministro, que Felipe toleró e incluso auspició el Gal, que Carrillo se comió Paracuellos, que Guerra tenía un hermano golfo… que todos los discos tienen dos caras. Y que hasta Santa Teresa tenía sombras en su armario. Somos humanos.   

Te puede interesar