Opinión

La gente de gris

Muchas veces me he preguntado qué hacen determinados personajes inmersos en el mundo de la política. Son, en general, hombres y mujeres que acuden a esa llamada bajo el utópico planteamiento personal de que van a poder cambiar el mundo. Mantienen un perfil compartido en el que predomina la buena voluntad, la honradez, el deseo de servicio pero también la completa falta de empatía, la carencia de nervio, el muermo. Son el hombre y la mujer de gris, propagadores de un discurso plano y aburrido a los que dan ganas de convencer para que se vuelvan a su casa porque la jaula de las hienas no es domicilio conveniente pero ellos y ellas, de buena voluntad pero sin el más mínimo atractivo.

Del mismo modo que muchas veces me planteo qué haría yo mismo inmerso en semejante ámbito y me consuelo convenciéndome de que, además de un perfecto desventurado, sería un cero a la izquierda al margen del debate y sometido a los avatares de la bronca política, me pregunto qué hace en esta leonera un sujeto del perfil de Ángel Gabilondo, un catedrático de Metafísica habituado a la reflexión y el pensamiento, que debe encontrarse muy incómodo incluso en el seno de su propio partido. Gabilondo es un señor soso y sin atractivos que paradójicamente ganó las últimas elecciones a la Comunidad de Madrid aunque no gobernó, y que la marea de los acontecimientos ha obligado a mantener su candidatura, incluyéndose entre los jugadores que van a saltar al campo en esta cita electoral con el cuchillo entre los dientes dispuestos a despedazarse en este circo que se prepara para el día 4 de mayo y en él no veo yo francamente a este caballero inconmovible y discreto que no ha abierto la boca durante el tiempo que ha permanecido en la cancha política de Madrid representando como jefe distinguido por los resultados electorales, a la muy leal oposición. Yo me había olvidado de que este señor existía hasta que el anuncio de comicios anticipados me ha recordado su presencia. Ayer presentó en un acto igual de soso que él su candidatura y se postuló como lo que realmente es. Un señor de gris, caballero intachable y bendito al que no le pidan que se pegue con nadie. Tampoco que haga un chiste. Un candidato que estaría mucho más cómodo polemizando con Sagasta o Cánovas del Castillo.

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