Opinión

La senda paternal

La posibilidad de que los hijos sigan el camino de los padres, traza una perspectiva peligrosa que muchos de ellos no aciertan a calcular con la debida prudencia. Consta que a muchos progenitores les gustaría que sus hijos e hijas siguieran los caminos trazados por ellos y se manifestaran como una continuidad de si mismos, un proceso delicado porque la vida cotidiana enseña que esas sucesiones nos siempre son posibles y que, en determinados casos, lo que genera una intención paternal demasiado acusada es una respuesta violentamente distinta. Acabo de leer que la hija de la escritora Almudena Grandes y del actual director del Instituto Cervantes, el también escritor Luis García Montero, ocupará el cuarto puesto en la candidatura que Falange Española presentará a la Asamblea de Madrid, una manifestación que ha dejado sin habla a muchos, teniendo en cuenta que la pareja progenitora se manifiesta permanentemente como un prototipo de ideología de izquierdas, y tanto su obra literaria como su actividad profesional y, naturalmente, el perfil social y familiar, obedecen a estos planteamientos. Elisa García Grandes tiene 23 años y confirma pertenecer al SEU, el viejo sindicato que fundaron en las aulas los jóvenes herederos de José Antonio y que impuso su presencia en los ámbitos universitarios en tiempos del franquismo.

Es cierto que el movimiento que José Antonio fundó en Madrid en los tiempos de la II República tenía una clara vocación interclasista –Ledesma era un modesto maestro y Onésimo Redondo, un abogado y ambos murieron por su causa- e incluso social y obrera, a pesar de la condición burguesa de su fundador. Y que cautivó a muchos jóvenes intelectuales de entonces de la talla de Arangúren, Ridruejo, Cunqueiro, Tovar, Torrente Ballester, Foxá o Cela, que se sumaron ilusionados al proyecto joseantoniano. Pero es evidente que, fusilado Primo de Rivera y fagocitado todo el componente ideológico falangista por Franco y el bando vencedor con su sucesor, Manuel Hedilla en arresto domiciliario de por vida, la Falange cambió de perfil y de dueño y se convirtió en la herramienta doctrinaria del franquismo y, al paso del tiempo, en el paradigma de lo carca más apestosa y apolillado. Los casos en sentido contrario –de padres de derechas hijos zurdos radicales- son incluso más abundantes. El proceso es, naturalmente, idéntico. Y en buena medida, igual de desolador por tanto.

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