Opinión

El lado sombrío

Los periódicos especulan a estas horas de la semana sobre cuál es la razón que se esconde tras el avinagrado comportamiento de la reina Letizia cuyas comparecencias de las últimas semanas han estado marcadas por un permanente gesto de, enfado, fastidio y hastío. No creo yo que el papel de reina suministre a quien lo desempeña una fuente inagotable de efusión y optimismo, pero a fuerza de ser sinceros hay que reconocer que ese ceño adusto que la soberana ha mostrado en los muy pocos lugares en los que no ha tenido más remedio que comparecer en público, no es el gesto más razonable ni el que mejor se acomodaba a los muy serios y trascendentales momentos vividos en este periodo al menos desde el prisma institucional. La reina Letizia ha ido endureciendo paulatinamente el semblante en razón directa a sus múltiples cambios de aspecto externo como muy bien se han percatado los especialistas en la crónica social. Al amparo de pequeñas cirugías reparadoras que han suavizado su mandíbula y han corregido su nariz excesivamente aguileña, la antigua periodista y presentadora de informativos se ha ido atiesando con la muy probable ayuda de un intenso ejercicio físico. El resultado es una reina más delgada y fibrosa, más definida y deportiva, pero que ha perdido lozanía y es más dura de gesto, más seca y más desabrida. Para entendernos, se le ha puesto cara de muy mala leche.

Las crónicas insisten mucho sobre esta cuestión y apuntan además a un amplio abanico de gestos significativos. Es llamativo que no estuviera presente ni en la toma de posesión del nuevo presidente del Gobierno ni en la de sus ministros, y los periodistas habituados al ámbito cortesano que conocen bien el paño destacan su absoluta falta de interés y de compromiso en la ceremonia solemne de apertura del Parlamento tras casi un año de provisionalidad en el Gobierno, la primera de su marido como titular de la Corona. En la tradicional recepción posterior dicen que mantuvo el ceño prieto y un humor de perros.

Es cierto que, salvo Isabel II, las reinas de España no han destacado precisamente por su arrolladora simpatía sino más bien por todo lo contrario y no les ha ido demasiado bien. Esta vocación de la reina Letizia por mostrar su lado más sombrío es ya habitual aunque no deje de ser llamativa. Ella sabrá si vale la pena.

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