Opinión

Lágrimas de escenario

La grandilocuente puesta en escena de Pedro Sánchez para escenificar su renuncia que incluía cierto número de pasajes con el protagonista conmovido por la emoción y ahogado por las lágrimas, ha causado un comprensible impacto en los medios de comunicación pero no ha conseguido plenamente el objetivo que el dimisionario perseguía. El acto -cuidadosamente planificado por los mismos asesores de imagen que han convertido a Sánchez en un guapo autómata aferrado a un mensaje inalterable- pretendía obtener de esta teatral comparecencia dos rentas distintas pero necesarias. En primer lugar, preparar al ex secretario general para la larga y compleja carrera en pos del cargo perdido y para cuya consecución no había otra opción que entregar su acta parlamentaria. Pero además, intentaba conmover a la opinión pública procurando mostrar a un emocionado Sánchez como el héroe capaz del máximo sacrificio en aras del servicio máximo, o lo que es igual, en un mártir de la causa al que, como paso previo para coronar la empresa, hay que reconciliar con muchos de sus posibles votantes porque el equipo de expertos sospecha, y no sin razones, que tanto el capital político como el carisma de su aspirante están muy deteriorados y, para recuperar el control del partido, hay que recuperar primero ambos. El camino elegido es  presentarlo como el auténtico guardián de las esencias socialistas y hacer de él el único y auténtico líder de la militancia. La estrategia ha funcionado sin embargo solo a medias, seguramente porque los medios de comunicación  que deberían actuar como caja de resonancia de ese apostolado están todos muy escarmentados de las calidad moral y política de Sánchez, y ya no se fían de él un pelo incluyendo aquellos que deberían apoyarle.


El problema de Sánchez y con el que tendrá que aprender a convivir para tratar de alcanzar sus objetivos es su condición personal de fracasado. Salvo en ámbitos extremadamente favorables, el escenario le es hostil y basta con enarbolar los números que jalonan su desastrosa carrera como cabecera socialista para desarmarlo. Esta situación implica por tanto un largo y tortuoso camino de redención. Sánchez, eso sí, le ha causado a su partido, un daño irreparable. Y lo seguirá causando.

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