Opinión

Las mujeres diarias

Como corresponde a uno de tantos  varones que camina sobre el ancho mundo ya ciertamente torpedeado por el inexorable paso de los años, cuento con el respaldo y el soporte inestimable de las mujeres de mi familia, niñas, jóvenes, maduras y veteranas, todas fuertes, todas inteligentes, todas  sensibles y todas hermosas. Hace mucho tiempo que he asumido sin grandes esfuerzos la superioridad femenina en los órdenes mayores de la vida  y no siento por ello la más mínima destemplanza. Las mujeres son más inteligentes, más  sensatas, más responsables, más pragmáticas y más resolutivas que los hombres, celebran con comedimiento y prudencia los triunfos personales y lleva además con mayor energía y presencia de ánimo las desgracias. 

Las muchas mujeres que me acompañan en el círculo familiar y sus aledaños están todas cortadas por ese patrón excelso de dignidad y conocimiento que las caracteriza y las hace imprescindibles, y todas ellas sin excepción han hecho méritos más que suficientes y siguen haciéndolos como si tal cosa, para sentir por ellas la mayor admiración, hacer siempre caso de sus sabios consejos, respetarlas y adorarlas. Gracias a su compañía y a su presencia yo he llegado a superar mi natural condición de mierda pinchada en un palo para constituirme en un sujeto bastante aprovechable dentro de mis numerosas limitaciones.

Por eso, estas celebraciones oficiales que pretenden enaltecer el feminismo como cruzada no me producen entusiasmo como no me han producido nunca  las explosiones de respaldo calculadas, dirigidas y manejadas, especialmente si quien maneja es el poder político y pretende salpicar de ideología y puro sectarismo un proceso que no es otra cosa  -y ya es bastante- que modo de vida y estado de ánimo. 

Hace unos días, y obsesionado por aparecer como ángel custodio de los valores de promoción de la mujer, Pedro Sánchez anunció que decretaba la equidad por ley de las mujeres en ciertos centros decisorios. Me pregunto si las mujeres pueden contentarse con la mitad de las cosas o aspiran a conquistarlas por completo, no respaldadas por leyes limitadoras sino por méritos  propios que las mujeres poseen en igual o mayor condición que los hombres. El objetivo no es, por tanto, crear reglas que repartan, sino legislar para desarrollar al máximo un escenario de igualdad de oportunidades y remuneraciones. Eso sí que necesario.

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