Opinión

Lendoiro y la criatura

Confieso que la presencia de Augusto César Lendoiro en las exequias fúnebres por el componente de la peña radical del Deportivo asesinado a golpes en Madrid y lanzado después al río Manzanares me sorprendió en un principio aunque más tarde, y una vez reflexionada esa presencia, tampoco me sorprendió tanto. Supongo que Lendoiro hizo en el Deportivo lo que le dio la gana durante muchos años, se fijó a sí mismo un sueldo consistente en un determinado porcentaje sobre el coste de los jugadores que fichaba para el equipo, abarrotó la plantilla de todo lo que le parecía bueno para sus intereses, y acabó sumiendo al club en un caos económico y deportivo del que no es capaz de recuperarse a pesar del tiempo trascurrido. Sospecho por tanto que el pintoresco y sempiterno mandatario cuyo nombre aristocrático y patricio susurra la posibilidad de que se creyera más emperador que presidente, también hizo y deshizo a voluntad en el tratamiento de los hinchas más furiosos y marginales de su equipo, alimentando a la bestia como hizo el doctor Frankenstein con su criatura. El truculento médico naturalista lo construyó con carne muerta como si de un rompecabezas se tratara, le dio vida en medio de una tormenta eléctrica y acabó sucumbiendo a los furores de aquel vengativo hijo nacido artificialmente, antinatural y maldito. Lendoiro nutrió a sus huestes, le dio todo lo que quiso y así ha terminado todo a pesar de que el Deportivo no se atreve a acabar de un plumazo y definitivamente con su lado más sombrío. Ante el Málaga se dio la circunstancia de que decretó un minuto de silencio para homenajear a un graderío que había decretado que estuviera vacío, pero ese graderío volverá a llenarse al cabo de dos partidos y vuelta a empezar.

Lendoiro ha sido cesado de sus responsabilidades en la Federación Española de Fútbol al comprobar sus miembros que estaba en los funerales por el hincha radical fallecido. Un tipo como él, experimentado y ladino, tenía perfecta cuenta de la trascendencia de sus actos y cuando se presentó en el cementerio sabía a lo que se exponía y estaba avisado de lo que iba a pasar. Por lo tanto, nadie puede llamarse a engaño ni pretender ser otra cosa que lo que se ha sido.

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