Opinión

El límite del sacrificio

El miedo cerval a perder las elecciones está convirtiendo a Pedro Sánchez en el peor enemigo de sí mismo. Su obsesión por sacrificarlo todo en favor de una alianza que le permita mantenerse en la Moncloa, le ha llevado a plantearse situaciones límite que lejos de ayudarle en su apetencia, están comprometiendo seriamente la situación del país y la de sí mismo, mucho más aún si es que pierde y las urnas lo privan de la defensa de la que disfruta en su calidad de presidente del Gobierno. A nadie en su sano juicio se le ocurre acometer una reforma del Código Penal tan impopular en núcleos importantes de la opinión pública como la que afecta al delito de Sedición en momentos próximos a unas elecciones en las que su partido se juega el poder territorial, pero él ha puesto ambas hipótesis en la balanza y ha elegido. Semejante desvarío cuyo motivo verdadero conoce todo el mundo, no solo le ha abocado a tomar determinaciones escandalosas, sino que se ha visto obligado a envolverlas en mentiras tan burdas que cualquier experto en la materia las desmonta en diez minutos con el consiguiente coste que implica ser señalado por ello. La flaqueza de unos argumentos impostores cuya propagación depende de las ganas de servicio a la causa que manifiesten sus ministros, lesiona su propio prestigio -cuya vigencia no atraviesa sus mejores momentos- pero especialmente el de la nación. Lo más grave de todo es que está pulverizando la España institucional, comprometiendo a cada paso el honor y la competencia de un completo abanico de instituciones que sostienen la legitimidad y la fortaleza de nuestro Estado de derecho.

El paso siguiente tras la Sedición es reconsiderar el tratamiento al delito de Malversación, todo ello encaminado a poner en la calle aquellos presos involucrados en los sucesos de Cataluña y librar de la cárcel a Griñán y los condenados a prisión en el escándalo de los Eres de Andalucía.

Sánchez es hoy un dirigente al borde del colapso y elegido por sí mismo para desempeñar papeles que no le corresponden como el de jefe de la oposición en las instituciones madrileñas, más aún cuando ha decidido sacrificar a una de sus ministras más desconocidas para aspirar a ese ayuntamiento. Lo malo es que en su deriva se ha vuelto un tipo no solo mendaz y aranero sino francamente peligroso. Y eso es peor aún.

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