Opinión

Lo incomprensible

Como predicaba aquel virtuoso caballero, médico de profesión jubilado que emprendió una campaña para exigir a las entidades bancarias un trato más amable y personalizado para con su clientela mayor, ser viejo no significa necesariamente ser enfermo. Y ante todo y como fundamental punto de partida, no significa ser imbécil. Con frecuencia, ciertos estamentos sociales, legales y administrativos nos tratan a los viejos como si fuéramos tontos, una actitud que no solo no es aceptable sino que es además completamente injusta y produce una comprensible indignación entre aquellos que alguna vez la hemos padecido aunque justo es reconocer que tanto la práctica como la sensación han ido decreciendo considerablemente por fortuna, es muy probable que gracias a quienes han hecho de sus percepciones causas que enarbolar y defender, convirtiendo un sentimiento en principal motor de una mejor calidad de vida.

De todos modos, esta sensación gratificante que se percibe y que nos invita a los viejos a sospechar que la sociedad ha encauzado sus sentimientos y se comporta mucho mejor con sus sectores más veteranos, tiene su lado débil en abundantes rincones informativos aunque es posible que esa condición no sea atribuible al universo de la comunicación sino al hecho mismo descarnado pero irrebatible de que con frecuencia los viejos no entendemos una palabra de lo algunas noticias significan.

Por ejemplo, acabo de leer en un periódico un titular por el que se advierte que el Gobierno español prohibirá de manera cautelar a Worldcoin que siga escaneando datos del iris, y reconozco que me he quedado exactamente igual que antes de leerla. Si acaso, algo más frustrado simplemente porque no la entiendo.

No hay que darle mayor trascendencia a estas cuestiones sino aceptar de buen grado y con la mejor voluntad del mundo que, a ciertas edades, hay muchas cuestiones que de buenas a primeras se tornan incomprensibles, un proceso lógico directamente emparentado con la ley de vida. Más incomprensible todavía es que Pedro Sánchez se largue a Brasil a darse un baño de popularidad teniendo como tiene el patio de su vecindario. Pero ese es ya otro tema.

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