Opinión

Los sacrificados

Salir de francachela a celebrar el día 31 va a ser cosa de dejarlo para mejor momento

Yo no he sido de mucho salir en las noches del Fin de Año y las pocas veces que lo he hecho no han tenido lo que se dice buen final. Una de ellas, allá por los principios de la década de los setenta, me perdí por completo por los aledaños de la Casa de Campo a la búsqueda del lugar en el que habíamos sido invitados. Yo no llevaba otra cosa encima que un smoking alquilado y los termómetros daban tres bajo cero, así que si yo y los que me acompañaban no perecimos congelados en semejante situación fue por puro milagro. Para colmo de males, y ya metidos en el festejo, se acercó a mí un tipo con media trompa y me confesó entre risas que se le había escapado el coche y le había roto un faro a otro aparcado detrás de él. El coche sin faro resultó ser el mío. Estuve buscando al sujeto lo que quedaba de noche sin resultado alguno. Sospecho que alguien le pasó la información y se dio el piro.

Para mi inmensa fortuna, yo ya hace mucho que abandoné la edad de los festejos, y mi propia imagen con la chaqueta salpicada de churretones de chocolate y la pajarita anudada a la cabeza se pierde en la noche de los tiempos. Pero algo me dice que los que están en la edad de merecer van a tener que resignarse como les pasó hace un año. Yo no sé qué va a pasar este próximo día 31, pero o mucho ha de cambiar la situación o lo de salir de francachela a celebrar la venida del año que viene va a ser cosa de dejarlo para mejor momento. 

Desde el punto de vista puramente personal, sospecho que si hubiera sido joven en estos momentos no me habría sentido desgraciado si no hay más remedio que apelar a la prohibición para combatir la oleada de contagios. Pero comprendo que mis gustos personales están muy lejos de ser compartidos por esa parte de la población que tiene entre veinte y cuarenta y a la que considero la más duramente sacrificada por los efectos de la pandemia. Llevan dos años seguidos padeciendo situaciones que han cercenado de lleno todos sus planteamientos. El maldito bicho ha destrozado sus anhelos profesionales, sus planes personales y sus necesidades. Ha cambiado sus hábitos de vida, sus relaciones, sus gustos y sus metas. A los chavales, el covid ha puesto patas arriba su existencia. Ante todo, la salud y la existencia. Pero, les ha tocado la china. Bueno es entenderlo.

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