Opinión

Mírale a los ojos y cruza

Ayer por la mañana cruce la calle siete veces con el semáforo en rojo para los peatones. No tenía prisa pero sí buenas razones para hacerlo: me achicharraba al solazo, en bastantes metros no se veía un coche y me daba tiempo de sobra a cruzar antes de que viniera alguno. Así que crucé, y conmigo unos cuantos vecinos más, la mayoría seguro que buenos ciudadanos que nos preguntábamos por qué esperar a un coche inexistente. El pasado jueves, cuatro expertos daban soluciones en La Región para evitar atropellos. Creo que solo uno, el técnico en seguridad vial (tenía que ser él) pedía una ciudad pensada para el peatón y no al revés. Otro pedía más educación (con lo largo que es eso); otro, más multas (las multas son eficaces, sin duda: tengo que confesar que no me puse el cinturón en el coche hasta que me cayó la primera multa), y otro, menos velocidad. Sin duda todos tienen buenas razones pero puestos a elegir me quedo con la primera. 

Vivimos en una ciudad de casco pequeño, con muchos peatones y muchos mayores. A ellos, a mi entender, es a quien hay que proteger y tenemos ya instalado un ejemplo a imitar: en la confluencia del Paseo y la calle Concordia, sin semáforo, peatón y conductor tienen asumido quien tiene la preferencia y los derechos: el peatón. Se respetan y no hay atropellos. Las esperas ante los semáforos son mucho más largas para los peatones que para los coches, lo que estimula el cruzar a destiempo, aburridos de esperar un coche que tarda en llegar. A lo mejor había que eliminar algunos semáforos.

En cuanto a los pasos de cebra, yo sigo el consejo de una mamá neoyorkina que un día tuvo la “osadía” de decidir que su hijo de siete años fuera solo al colegio y madurara. Entre los consejos que le dio, le dijo que al cruzar un paso de cebra mirara a los ojos al conductor que se aproximaba para estar seguro de que lo había visto. Yo lo hago y no me falla. Tomo la actitud firme de cruzar (titubear y dudar, en este caso, no es bueno), miro a los ojos al conductor y procuro dejarle claro con mi lenguaje corporal, que allí mando yo. Funciona. Lo dicho, la ciudad es para el peatón no para el automóvil, que dirían hace 50 años. De todos modos nos costará librarnos de borrachos, chulos e irresponsables. Multa feroz para ellos.

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