Opinión

Los mitos se quedan

Para el mundo del fútbol, la muerte de Johan Cruyff es una pérdida dolorosa porque su figura es capital para entender el significado de este deporte incomparable desde el punto de vista más moderno. En realidad, el talento que el Flaco aportó al fútbol como jugador y como entrenador más tarde, no puede entenderse ni medirse con parámetros estandarizados. Cruyff fue un genio innovador y original que aportó su arte a una materia que pudiera no interpretarse como artística hasta que llegó este holandés rebelde y lo puso todo patas arriba.

Como jugador,tanto en aquella selección tulipán que arrasaba en cada partido como en Barcelona, cambió por completo los sistemas establecidos y convirtió en arcaico lo que hasta el momento estaba en boga. Pero fue sin embargo como entrenador cuando su genio se potenció al máximo y cuando se convirtió en un referente capaz de trascender a su tiempo. En la cabeza de aquel técnico revolucionario bullían conceptos necesitados de una vuelta de tornillo para invertir tiempos, creencias, verdades y conceptos, y lo que él mismo aprendió como futbolista y le valió para ser el mejor de su generación, lo aplicó a esa nueva función a la que llegó manifestando una faceta puramente docente. Cruyff necesitaba enseñar al mundo cómo jugar al fútbol en el inmediato siglo XXI y se puso a ello. Desarrollo esquemas nunca vistos, dio campo y protagonismos a sus laterales, mudó la estrategia en las reglas de su defensa, y consiguió un fútbol nuevo. Tan nuevo y tan efectivo que pudo permitirse el lujo de contar con los peores porteros del mundo sin que el Barça que entrenaba se resintiera. Sus guardametas fueron tipos como Busquets padre que era un portero horroroso, o Angoy que era su yerno y era aún peor y no pasó nada. El Barça marcaba goles a docenas y jugaba como los ángeles. Podría haber jugado de portero un conserje de las oficinas del club y el resultado habría sido el mismo.

Pero además, la pérdida de este hombre ilustre es trágica para toda una generación y para todos sus miembros lleven en el corazón los colores que lleven. Cruyff prestigió la dorada generación que hizo grandes los años mágicos, los sesenta y los setenta. Fue una figura capital entonces y hoy, con el mundo tiritando por cuestiones tan importantes como su pérdida, ha hecho de él un icono. Un mito. Y los mitos, por fortuna, se quedan.

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