Opinión

Una muerte inesperada

Siempre que se produce el fallecimiento de un personaje con ciertos niveles de popularidad, se generaliza el análisis de su pasada existencia en clave de comentarios que insisten en aquellas vertientes de su vida pública que movieron a la polémica. La muerte de una mujer aún joven y de las características de Marta Chávarri nos ha sorprendido a todos por no esperada y temprana –se ha producido a los 62 años y aparentemente por causas naturales en una mujer que parecía gozar de buena salud- y ha puesto a trabajar a todos los especialistas en la parcela mundana del periodismo,  aquella en la que se dan cita los personajes más habituales en las crónicas de  los Ecos de Sociedad en los ella había reinado como nadie hace una treintena de años más o menos para desaparecer voluntariamente de los focos de actualidad  década y media después.

Marta Chávarri era biznieta del conde Romanones, el aristócrata político que como presidente del Gobierno español pactó con Niceto Alcalá Zamora en casa del doctor Marañón la salida del rey Alfonso XIII de España tras los resultados de las elecciones municipales de 1931 que propiciaron la II República. Sobrina por tanto de Natalia Figueroa y Raphael, atractiva y rica por familia, se casó con poco más de veinte años con Álvaro Falcó, marqués de Griñó y de Cubas, y se convirtió en marquesa de Cubas a su vez en función del enlace. Tuvo con él un hijo que se ha casado recientemente con Isabelle Junot, y cambió de pareja, porque aún unida a su primer marido, comenzó un idilio con el polémico empresario Alberto Cortina, unido a su vez a Alicia Koplowitz, que acabó en separación de ambas parejas y nueva boda. Los años puente entre los dos siglos produjo en el panorama español una suerte de complicadas interrelaciones en los niveles sociales más elevados que adquirió la apariencia de círculos concéntricos en cuyo escenario los poderosos se casaban y descasaban entre sí conformando un territorio vedado para la ciudadanía corriente, y sumamente atractivo para  el zascandileo periodístico donde Chávarri fue una de sus más celebradas, perseguidas, admiradas y deseadas referencias. Paradójicamente, y tras reinar en todos los ámbitos del papel cuché, protagonizar situaciones intensas que se interpretaron como escandalosas y no propias de una aristócrata millonetis, Marta se esfumó. Acababa de ser abuela y nadie esperaba esta tragedia.

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