Opinión

El mulá en moto

La foto que todos los periodistas hubiéramos deseado tener sobre la mesa de redacción en un determinado tiempo fue aquella del mulá Omán tomando las de Villadiego subido encima de una motocicleta. Así cuentan las crónicas que se dio a la fuga este singular clérigo de probada intolerancia adscrito al círculo más íntimo y cercano a Bin Laden. Se supone que cuando las cosas se pusieron feas, el sujeto bendijo a todos los creyentes, se subió a una moto y salió pitando antes de caer en manos de los marines que estaban deseando hacerse una pasmina con su turbante y mucho mejor si debajo del turbante estaba la cabeza de semejante palomo.

Recordando a mi vez al general NguYen que pasó a la historia protagonizando una de las más famosos instantáneas de prensa de la guerra del Vietnam cuando disparó a la sien de un prisionero del Norte que a su vez había volado por los aires a cientos de personas, pronostiqué que el mulá Omán acabaría regentando un puesto de perritos calientes en una playa de San Bernardino que es como acabó aquel temible jefe de la policía de Vietnam del Sur. Abriendo una pizzería en la ciudad de Burke estado de Virginia.

El mulá Omán subido en moto con un paraguas colgado del cogote rumbo al exilio era la foto que podría faltarle a Eddie Adams para completar su colección de ráfagas de la historia que jalonan la carrera de uno de los fotógrafos de guerra más justamente admirados y laureados del mundo, pero si bien hizo la foto del general pistola en mano y ganó el Pulitzar de ese año, se quedó con las ganas de inmortalizar al mulá tuerto tomando el olivo. Lejos de exiliarse en occidente y terminar apareciendo en el programa de Jay Leno para contar sus vivencias en los años sombríos, el mulá por excelencia parece haber fallecido definitivamente –dos veces con anterioridad se publicó la noticia de su muerte sin que pudiera confirmarse con entera seguridad- y con este adiós se cierra otro curioso capítulo de la historia. El del guía espiritual que viendo que el asunto se estaba poniendo feo, pensó que era mejor huir de tan prosaica manera haciendo pedorretas que entrar en el paraíso de Alá sembrado de mujeres que le esperaban con los brazos abiertos. “No me esperéis para cenar. Dejadme algo en el horno por si acaso”, dicen que les dijo antes de salir pitando.

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