Opinión

El mus y la política

Los que somos veteranos en esto de jugar al mus sabemos lo que cuesta y cómo habitualmente se paga sentarse a la mesa con dos novatos enfrente. Privados de toda lógica como consecuencia de su falta de experiencia, sus movimientos son impredecibles y no se ajustan al discurso natural del juego. Se confundirán al valorar sus pares y se los llevarán con dos pitos, querrán un órdago a juego a contra mano y sin treinta y una y se lo llevarán, y descubrirán en el transcurso de la partida que los reyes con barbas y las cartas numeradas con un tres valen lo mismo, de tal suerte que no se enterarán que han ganado con las duplex superiores, y se harán y te harán en suma un verdadero lío así que, lo normal es que la primera partida te la ganen casi siempre. Conozco a experimentados jugadores de mus que han lanzado sus cartas por el aire, desesperados ante las reacciones imposibles de sus advenedizos rivales. La segunda mano ya es harina de otro costal y uno ya se prepara para enfrentarse a cualquier cosa.

Pues esa es la impresión que me transmite esta hornada de políticos afiliados a estos partidos de ruptura y nuevos aires, a los que una singular ley electoral les ha otorgado la capacidad de gobernar en muchas comunidades y muchos ayuntamientos, entre ellos, el de las tres capitales más importantes de España es decir, Madrid, Barcelona y Valencia, regidas a partir de esta fecha por tres ejemplos sumamente específicos en los que se retratan lo mejor y lo peor de su condición de noveles, y cuyos primeros movimientos tienen mucho que ver con esos jugadores de mus sin experiencia que pueden sentarse a la mesa y montar un sin dios como diría el añorado y admirado Saza al que le debo algunos de los mejores ratos disfrutados ante una pantalla.

Estos sin dios que decía aquel bendito, cuajados de detalles, algunos jocosos y otros no tanto según yo entiendo, han transcurrido entre paisajes anecdóticos, los desplantes fruto de la sensación nueva de mandar y que a uno le obedezcan, y tomar decisiones lo cuál es más grave. No es lo mismo dar plantón a la ministra de Fomento que otorgar el mando de la policía a los de Bildu. No es lo mismo cargarse una misa tradicional que poner patas arriba ciertos planes urbanísticos en los que se juegan millones de euros. No es igual quitar la foto del Rey que lesionar aposta la libertad de prensa. No es lo mismo…

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