Opinión

La necesaria coherencia

Las fotos de Pedro Almodóvar sosteniendo una pancarta reivindicativa durante la manifestación en defensa de la sanidad pública llevada a cabo el fin de semana pasada, se han acompañado en muchos círculos hostiles, y como contramedida a su presencia en la protesta, con otras igualmente recientes en las que el director de cine aparece saliendo de una consulta en el centro médico Ruber Internacional, uno de los hospitales más costosos y exclusivos del sector sanitario privado capitalino. Las dos imágenes son probablemente una exacerbación partidista e intencionada de un comportamiento que cualquiera puede adoptar libremente en la elección de aquello que más le interesa en cada momento, y es también probable que pueda teorizarse compatibilizando una presencia en manifestaciones a favor de los colectivos más desasistidos mientras en el plano individual y con una sólida posición económica uno esté facultado para escoger el tipo de servicio que le dé la gana. Pero cierto es también que esa dualidad tan presente y permanente en ciertos círculos especialmente ligados al colectivo del cine, el arte y la música, no le hace bien alguno a la conciencia social exigible en la banda de una izquierda que debe ser seria y comprometida y que ha de dar ejemplo desde su posición en el espectro político. Almodóvar, como muchos otros representantes de un variopinto colectivo muchas de cuyas figuras se han posicionado inequívocamente en el plano ideológico, debería hacer un esfuerzo por aportar a sus comportamiento el mayor grado de coherencia posible, porque es precisamente su popularidad la que juega en su contra cuando son cazados en semejantes y muy habituales renuncios que parecen traslucir el viejo dicho del corazón en la izquierda y la cartera en la derecha. No hace mucho, y coincidiendo con su vuelta a los escenarios para afrontar una gran gira el año que viene –para la que por cierto y sin previo aviso ha prescindido de su colaborador de siempre Pancho Varona- el cantautor Joaquín Sabina se ha despachado a gusto sobre el fracaso del comunismo y el desencanto profundo que le inspira hoy la izquierda, colocando al viejo centro de presión de zurda caviar trufado de glamur, en una situación muy delicada. Mucha culpa de esa desilusión es de ellos. Por hacer muy mal sus deberes, no ser serios y coherentes, frivolizar y acabar defraudando y defraudándose a sí mismos.

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