Opinión

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Los resultados de las elecciones de Galicia no solo no han arrancado de la cúpula del Gobierno una mínima autocrítica que se traduzca en una reflexión equilibrada y sensata, sino que parecen haberle otorgado alas como dicen que operan un par de tragos de “Redbull”. El presidente  se los ha tragado sin pestañear mientras sus ministros parecen haber recibido la orden concreta de olvidar el asunto y mantener el camino abierto sin analizarlo ni enmendarlo. Ayer asistimos por enésima vez a esa aburrida y desesperante pelea de barra de bar entre dos políticos que ni se entienden ni se soportan, el escenario favorito y reiterativo de una legislatura plana y desoladora en la que no se han producido otros sucesos que los que se derivan de la tramitación de una ley de Amnistía para los condenados del proceso catalán, único tema que parece haberse producido en el ámbito parlamentario, tan chulo y tan desagradable que, además de impedir otras actuaciones, ha empañado hasta límites muy peligrosos la  normal convivencia entre los españoles. Poco o nada importa que los tractores recorran las carreteras españolas y sus conductores demanden desesperados soluciones que les proporcionen la dignidad y el trabajo. Basta con acogerlos a todos bajo el único manto de la derecha retrógrada y dejarlos que sigan penando. Poco importa también el paulatino desgasta de la economía nacional, la sensación de fatiga y erosión que se advierte en todos los frentes políticos y sociales, la lamentable situación a la que una gestión descuidada y negligente ha conducido tanto a la Guarda Civil como a la Policía Nacional, exigidas, mal retribuidas, injustamente equiparadas a la baja con sus colegas autonómicos, y peor equipadas. Poco importan las cifras del paro, el fracaso escolar, el ninguneo al que nos somete Europa –Suiza acaba de cometer una nueva villanía humillando gratuitamente al juez García Castellón sin que las instituciones nacionales lo defiendan- poco importan los problemas de la pesca o la amenaza permanente de los clanes del narcotráfico. Solo existe Puigdemont, la amnistía o en caso extremo, el indulto. Por cierto, ahora sabemos porqué fue defenestrado Ábalos. Su mano izquierda no sabía –o sí- lo que hacía su mano derecha. La mano derecha se llama Kiko García.

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