Opinión

Las nuevas cabalgatas

Se acerca la Navidad y ya estamos a vueltas con la polémica que acompaña de un tiempo a esta parte el desarrollo de los distintos actos que jalonan estas fiestas  con especial incidencia en las cabalgatas de Reyes que algunos responsables municipales amenazan con guiar con mano firme al más firme disparate en ese afán que parece perseguir a las nuevas administraciones por distinguirse de las antiguas. El año pasado, el ayuntamiento de Madrid gobernado por Carmena abrió la caja de los truenos modificando sensiblemente el discurrir de su cabalgata y, a partir de entonces, las recién estrenadas cúpulas de la administración local han profundizado sobre esta tendencia a la que se acaba de adherirse con entusiasmo en estos últimos días la alcaldesa de Barcelona que también ha decidido cambiar por completo la tradicional cabalgata barcelonesa que habitualmente acompaña la policía municipal a caballo en traje de gran gala y la banda municipal. Este año, el tratamiento será muy distinto. De hecho, la propia alcaldesa Colau ha tomado la decisión de cargarse de un plumazo la banda municipal de Barcelona. A partir de esa primera providencia cualquier cosa puede y debe suponerse y de hecho se anuncia una renovada puesta en escena. Acabo de ver en la televisión que se prepara la figura ficticia de un cordero adornado con la senyera y subido en unos esquís. A prepararse tocan.


Como experiencia personal a esta polémica puedo aportar el hecho cierto de que yo mismo fui rey Melchor en la cabalgata viguesa y disfruté sencillamente como un gorrino en una charca. Pocas veces lo he pasado tan bien. Ahora que soy abuelo, me limito a acompañar a los niños para que vean a los monarcas de Oriente y ruego muy encarecidamente para que las más experimentales tendencia de última moda en estos momentos no conduzcan esta situación al ridículo que es lo que mi hermana me cuenta de Madrid que es en lo que la cabalgata de los Reyes se ha convertido. Un completo esperpento que ella –que no es en absoluto sospechosa de conservadurismos ni posturas cerriles- ha decidido orillar en bien de sus nietos, porque también se ha convencido de que es muy necesario hurtar esta payasada de los ojos de sus infantes con criterio razonable de buena abuela.


O sea, que a este paso la cabalgata de Reyes habrá que hacerla en el pasillo de casa.

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