Opinión

Otro enfrentamiento

Desde hace unas horas, sabemos que la Fiscalía del Tribunal Supremo cursó en el mes de febrero una rogatoria a las autoridades suizas en las que informaba de los motivos por los que había abierto investigación al rey emérito Juan Carlos I, al que hacía presunto responsable no solo de un delito fiscal, sino de otros mucho más graves: tráfico de influencias, cohecho y blanqueo de capitales. La Fiscalía le aplicaba en este escrito la categoría de comisionista internacional aunque, a la vista del impacto producido por el conocimiento de esta correspondencia, la propia institución del Supremo rebaja el tono mediante un comunicado muy reciente en el que afirmaba que por el momento no estaba ni emitiendo un dictamen, ni haciendo públicas conclusiones del Ministerio Público, ni pidiendo su procesamiento.

Sea o no sea esta actuación susceptible de acabar sentando en el banquillo al Rey Emérito, el comportamiento de la Fiscalía merece naturalmente una atención muy especial porque la maquinaria de la Justicia ha dado un paso adelante de notable compromiso en un escenario especialmente delicado en el que el objetivo de la investigación no es un personaje cualquiera. De hecho, los abogados que ofrecen cobertura legal al monarca han pasado al contraataque acusando a su vez al Fiscal del Supremo de obviar un principio tan trascendental en el ordenamiento jurídico como la presunción de inocencia. El letrado Javier Sánchez-Junco, que capitanea el equipo de asesores de Juan Carlos, ha protestado airadamente con otra nota en la que se acusa a la Fiscalía de trasladar a la opinión pública valoraciones y consideraciones que perjudican gravemente a su cliente.

Probablemente tienen razón o, al menos les asiste el derecho de expresarse así, porque de nuevo, y como ocurre con cierta frecuencia y no solo en el caso del Emérito, muchas instituciones estatales largan antes de tiempo y luego se ven en la necesidad de recoger velas como le ha ocurrido a la Fiscalía. Lo razonable es actuar con prudencia y en silencio y no abrir la boca hasta que la cabra esté amarrada como decían los antiguos. El caso es que ya tenemos otro frente de debate abierto, y un nuevo escenario de ardua polémica introduce innecesariamente una nueva variable de tensión en el ya de por sí cargado otoño caliente. Éramos pocos y parió la abuela, que también se decía antiguamente.

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