Opinión

Las páginas del color

Las revistas llamadas del corazón cobran en este tiempo de estío una notoria influencia y se pasan de mano en mano en la playa, en el chiringuito o en las veladas de porche, sangría y cielos estrellados en los que el músculo duerme y la aflicción descansa. Al fin y al cabo, estas publicaciones muestran a los más famosos metidos en las mismas actividades que desempeñan la mayor parte de aquellos que las leen, solo que en clave de lujo y dispendio de tal suerte que en lugar de tomar el sol en una playa próxima al apartamento trabajosamente alquilado en el que se mete durante quince días la familia, lo hace en la cubierta de un yate fondeado en las aguas cristalinas de una bahía del Caribe donde reina una alegría delirante, y en lugar de comer un bocata en la playa con los críos dando la tabarra tras luchar a brazo partido para encontrar un metro cuadrado para plantar la sombrilla y estirar la toalla, se almuerza o se cena en un lujoso restaurante donde, para otorgarle más trascendencia al paisaje, algunos famosos se lían públicamente a mamporros por el amor de una mujer como recuerdo ha ocurrido recientemente en un garito de Ibiza donde se da cita lo mejor de esta nueva aristocracia juvenil que domina el cine, la música o el deporte y que reina en todos los corazones por su insultante guapura, su cartera repleta y su estupidez sin vuelta atrás.

Tenemos, no cabe duda, un punto masoca porque nos asomamos a esos mundos de lujo desmedido y clara provocación con la candidez y la devoción de un niño ante el cristal de una tienda de gominolas y en ninguno de esos miles de lectores de publicaciones cardiacas se adivina atisbo alguno de envidia y resentimiento. Lo más a lo que llegamos es a sonreír levemente al comprobar que una famosa actriz no está tan buena en bikini como debería estarlo y a ellas se le advierten algunos gramos de más o el rastro de celulitis en las pantorrillas y a ellos, el ignominioso perfil del flotador mientras se remojan en una playa de ensueño, signo inequívoco de que también estas pavas y estos pavos son humanos a pesar de la tiranía de un régimen alimenticio asesino y la inflexible influencia de su entrenador personal, Quizá es que, bien visto, de pobre se es más libre, se ama más la vida y se duerme mejor incluso sin tomar nada.

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