Opinión

De país a emergente a la miseria

Recuerdo que hace relativamente poco tiempo, el país que encarnaba con más propiedad el papel de emergente era Brasil y todo el mundo quería ser brasileño o al menos obtener un permiso para que le dejaran trabajar allí. Yo me hacía frecuentes cruces porque he estado dos veces en Río de Janeiro y en ninguna de las dos me ha parecido que aquel país pudiera estar a la cabeza de recuperaciones económicas milagrosas. Es Río una ciudad muy hermosa para bañarse en sus playas y muy interesante de recorrer -yo vi a media docena de monjas jugar al fútbol en un cementerio- pero no parecía que aquello tuviera aspecto de paraíso financiero. Es más, y aunque hace años que viajé allí, recuerdo la sensación de inquietud al ir caminando por sus calles y meterse donde uno no debe, que corría pareja con la alegría de vivir de los cariocas, que son simpáticos, acogedores, chistosos y a todos ellos parece como si se les diera una higa todo que diría Quevedo o que se la sudara que diría Cela. Menos o futebol, al resto que le fueran dando. Sonrisa, arena de playa y mucho meneo. Uno asomó la cabeza por la trastienda de aquel hermoso decorado cuajado de garotas y sambódromos y se quedó estremecido…

Lo que pasa es que estos ascensos a los cielos suelen tener un final tremendo, y Brasil ha pasado de ser un prototipo de país en estado de exuberante emergencia a una gigantesca y caótica miseria. Desconozco cuáles son los motivos reales y veraces de una ruina que a cada minuto que pasa se acrecienta, pero dicen los periódicos que está hoy por hoy sumergido en la mayor recesión de sus últimos ochenta años y que su PIB se ha encogido en un 4,5 por ciento. Sospecho que la señora Rouseff no es del todo ajena a esta debacle y me temo que se ha rodeado de una auténtica caterva de incompetentes cuando no chorizos que han apacentado con mano firme semejante hecatombe con una moneda que se hunde y una inflación galopante. Que yo sepa, Lula da Silva no ha vuelto a asomar la nariz por ningún medio de comunicación y ya no aparece como padrino de la presidenta. Hace bien porque las apariencias apuntan a un memorable desmoronamiento y el hombre salió más o menos ileso de sus legislaturas y no vaya a ser el demonio que le metan en una de estas y acabe con su fama, Que Dilma se las arregle sola.

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