Estamos viviendo una actualidad que se desliza cuesta abajo y en trineo. Y debe ser por eso por lo que a veces se producen situaciones que, además de destilar intenso dramatismo, son incomprensibles. Vamos todos los días de tribunal en tribunal, de imputación en imputación, de proceso en proceso y de sentencia en sentencia, asistiendo en estado de arrobo y envaramiento a escenarios teñidos por los colores más oscuros y truculentos de la política algunos de los cuáles, como el de León, que acaban con sangre y tiros. A mí me ha llamado la atención precisamente éste completo desatino se mire por donde se mire, con tres mujeres acusadas de intervenir en el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León tiroteada mortalmente por la espalda en una céntrica calle de su ciudad.
La autora confesa del delito, Montserrat González, su hija Triana y la amiga de ella, una policía local llamada Raquel Gago, han sido condenadas por un tribunal popular y se solicitan penas de más de veinte años de prisión para las dos primeras y de quince para la agente municipal por actuar como colaboradora en este escenario impregnado de un salvaje dramatismo y de un tinte por desgracia grotesco. Porque si uno se detiene a analizar la situación, ésta no deja de ser un chiste. Con muy mala sombra, pero un chiste.
Cuesta entender cómo una madre que busca proteger a su hija y librarla de la desgracia que le está causando alguien poderoso y con capacidad para determinar su vida, discurre un procedimiento con el que librarla del mal que paradójicamente termina ocasionando uno mucho mayor que el que Isabel Carrasco la infringía. Montserrat es cierto, ha conseguido quebrar la influencia que la desaparecida presidenta de la Diputación leonesa ejercía sobre Triana. Pero a cambio, ha conseguido que Triana se pasé en la cárcel los próximos veinte años de su vida. Serán algunos menos en cuanto se apliquen mecanismos de reducción de pena y redenciones varias, pero saldrá del trullo con muchas más canas de las que llevará al ingresar en prisión y mucho más desgraciada de lo que era cuando se relacionaba con la presidenta y la presidenta le puso supuestamente la cruz por no acceder a su propuesta de un buen trabajo a cambio de sexo. Menudo remedio para una enfermedad.
