Opinión

La pregunta del charnego

El por qué Cataluña ha tratado con tanta indignidad a Serrat es algo que habrán de juzgar los siglos venideros

Hace unos días, he escuchado a Joan Manuel Serrat respondiendo a la entrevista que le hacía Mercedes Milá, componiendo ambos una pareja de catalanes preguntándose doloridos el uno al otro cómo es posible que las gentes de la comunidad en la que nacieron y de la que han sido devotos les trate ahora de traidores y de fascistas ante su negativa de contribuir a defender la causa independentista.

En 1971, el cantautor barcelonés compuso durante uno de sus veranos en Calella, una canción de cuatro acordes y compás endemoniado que dedicó al mar que baña las costas de su tierra. La llamó “Mediterráneo” y medio siglo después de haber sido publicada se ha convertido en un himno capaz de alentar causas solidarias en unas aguas que con frecuencia se tiñen de tragedia surcadas por miles de pateras colmadas de emigrantes que, las más de las veces, no llegan a su destino. Serrat incluyó en ella el retrato pícaro y burlón que caracteriza a los pueblos de este mar interior, castizo y sureño, culto y luminoso que inventó el comercio. Pueblos que bailan al aire libre, cultivan la tierra y beben vino…

El cómo y el por qué Cataluña ha tratado con tanta indignidad a uno de sus hijos más sobresalientes es algo que habrán de explicar y juzgar los siglos venideros. A día de hoy, un viejo Joan Manuel, a punto de cumplir los ochenta, pacífico contador de sueños perdidos, rodeado por sus cinco nietos, no puede entenderlo. Se sabe charnego, de padres andaluces, nacido en un barrio obrero de la gran ciudad donde fueron a parar cientos de emigrantes que cambiaron la dureza de la meseta por un futuro más prometedor.

Entiende que ese dudoso pedigrí nunca le ha favorecido, pero se rebela ante el desprecio y el desdén al que le han sometido. Él, que comenzó a cantar con los comprometidos en el grupo de “els setze jutges” junto a tipos como Barbat, Pi de la Serra, María del Mar Bonet o Guillermina Mota… que renunció a ir a Eurovisión porque la canción que interpretaba no se decía en catalán…

Serrat es un ejemplo evidente de miseria, villanía y torpeza. Una injusticia irreparable y una lamentable y cruel ofensa. No es la única en un contexto en el que se ha perdido el juicio y no se recuperará nunca si los catalanes no desean hacerlo. Por el momento, prefieren ofender a uno de los suyos más grandes que pensar con la cabeza.

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