Opinión

Las preguntas claves

Nadie sabe el contenido de ese robo, nadie sabe quiénes han sido los autores de la fechoría y sobre todo, nadie conoce el paradero de la información

Hace unos días, leí las declaraciones de un eurodiputado conservador en las que se hacía una pregunta que ningún medio de información nacional se ha hecho todavía que yo sepa. Se supone que tanto al presidente del Gobierno como al ministro del Interior, la herramienta Pegasus les ha invadido sus teléfonos personales y les ha robado un buen puñado de gigas. Concretamente dos gigas al presidente y ocho gigas al ministro. Se trata de una captura de información privilegiada o al menos, de notable importancia, cuyos contenidos ni han sido manifestados ni han recibido otro tratamiento por parte de las autoridades expoliadas que un sucinto comentario perdido entre el marasmo de informaciones contradictorias.

Diez gigas de información extraídas de dos artefactos cuyos propietarios tienen la dignidad que tienen estos, configuran un argumento con capacidad para alarmar a cualquiera. Nadie sabe el contenido de ese robo, nadie sabe quiénes han sido los autores de la fechoría y sobre todo, nadie conoce el paradero de la información y en poder de quién se encuentra depositada. Por tanto, los españoles no tenemos ni noción de cuál va a ser el destino que se confiera a tan jugosos botín. ¿La naturaleza de estas capturas son acaso imágenes comprometedoras para las personas o el propio Estado? ¿Los piratas son terroristas, pertenecen quizá a los servicios de inteligencia de otras naciones, o bien los asaltantes forman parte de entidades mafiosas o bandas de chantajistas?

Todas estas preguntas saltan al camino a poco que uno se aplique en reflexionar sobre las consecuencias de un  suceso de esta naturaleza cuya existencia ha tenido que saberse forzada por el escenario que configuraron los independentistas catalanes cuando supieron que a ellos les estaba observando el CNI por el ojo de la cerradura. Cuando la alarma por esa operación saltó, los gobernantes revelaron que a ellos también les había asaltado el teléfono que no solo fueron víctimas de la invasión sino que les habían pirateado sus contenidos. Supimos que los hechos se habían iniciado nada menos que con la de Exteriores casi un año antes. Nadie había dicho nada.

Formularse estas preguntas es cosa de periodistas y es cosa de periodistas igualmente forzar a que las contesten quienes tienen que contestarlas. Desgraciadamente a nadie se le ha ocurrido hacerlo. A lo mejor, no es lo adecuado.

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