Opinión

Propósitos y realidades

Los primeros días de un año que se inicia trazan escenarios inquietantes e impredecibles. Especialmente porque en el fondo mismo de sus entretelas, el ser humano se pregunta aunque no quiera, qué va a ser de él a lo largo de esos trescientos y pico de días que le va a tocar existir.

Los principios de un ciclo nuevo se saborean con expectación, inquietud y esa comprensible desconfianza que inspira el tiempo nuevo y que el que más y el que menos trata de sofocar proponiéndose un interminable rosario de objetivos que normalmente acaba  por no cumplir. Uno se plantea reencontrarse con el gimnasio, imponerse una vida saludable y hacer dieta, se propone aprender de una vez inglés, o alemán o chino mandarín, se apunta a cursos de cocina oriental, talleres de redacción, sesiones de taichi, clases particulares de violonchelo, foros de debate e incluso aprendizaje de  programas de foto-tratamiento por correspondencia sabiendo en su interior que el sarampión durará un par de semanas para caer otra vez en el ensimismamiento y las largas veladas de sillón con un televisor ante el que uno se traga lo que le pongan. Un interesante reportaje sobre la vida privada del tapir en sus dominios de la selva colombiana o un interesantísimo encuentro de fútbol entre las selecciones de Guinea Conakry y Ghana disputándose  el pase a cuartos en la Copa de África.

Sin embargo y conociendo como nos conocemos a nosotros mismos lo que equivale a saber desde el punto de partida que los propósitos de inicio del año nuevo se van a perder en el limbo de los justos, no es un mal modo de afrontar lo que se viene planteándose un buen puñado de retos. Y si hay capacidad para cumplir uno entre cuarenta, la propuesta ha sido fecunda y ha valido la pena. Sospecho que el secreto es elegir desafíos modestos, afrontarlos con voluntad y paciencia y tratar de que no se conviertan en una pesadilla. Hay que ser realistas y hacer cosas que se pueden hacer. Si uno es un jubilado que desea ira nadar a una piscina para mantener el tono, elíjase una hora decente -no las siete de la mañana por Dios- y hágase acompañar por un amiguete tan cascado como uno mismo porque ya se sabe que los duelos con pan son menos.
Ánimo tíos…

Te puede interesar