Opinión

Lo que esconde la ignorancia

En un gobierno tan peculiar como variopinto, en el que no hay día en que no salten las liebres desde la cuneta a la carretera, el perfil de María Jesús Montero es el que más veces acomete este salto en un permanente intento de empeorarse a sí misma, tarea que, vista desde la distancia, no parece fácil. Montero es médica de profesión y en ese honorable oficio debería haber permanecido aunque se trata de una profesión de riesgo en la cual, el más insignificante error produce tragedias, así que, tampoco ahí estaríamos a salvo.

Aunque parezca paradójico, el marcado acento de Montero y la originalidad de su pronunciación han obrado un curioso y pequeño milagro. Esa característica tan especial en el empleo del lenguaje ha propiciado una catarata de bromas, muchas de ellas desagradables, que han discurrido entre el parecido en el decir de la ministra con Lola Flores hasta la similitud encontrada por otros con los chistes de Chiquito de la Calzada. Pero ya es curiosidad, la sonrisa inspirada en el habla de Montero y la respuesta de muchos, hartos de que se tome a chacota un acento marcado, han conseguido disimular la verdad de fondo. Y es que la antigua consejera de Salud, luego de Finanzas de Andalucía, la fracasada portavoz del Gobierno que abandonó el cargo porque no era capaz de transmitir en fórmula comprensible lo decidido en el seno del Consejo, y hoy todopoderosa ministra de Hacienda y Función Pública, no sabe de lo que habla y, en líneas generales, no tiene ni puta idea de nada, condición que se solapa y disimula con el humor a veces cáustico y a veces cruel y mal intencionado que desatan las peculiaridades de su lenguaje.

Los ejemplos de este temible y supino desconocimiento que subyace en el interior más profundo de la responsable de la Hacienda española cuyo quehacer diario está machacando el trayecto económico y social del país y que dificulta sobremanera la tarea de su colega Calviño que de lo suyo si sabe, sale de vez en cuando a la superficie. El disparatado asunto de la modificación del tratamiento penal al delito de Sedición del cual ella es en su mayor parte culpable, apenas puede compararse con su última e injusta mamarrachada. La de comparar los pactos de la Moncloa con el entendimiento contra natura obtenido por Sánchez con Bildu y los independentistas catalanes, a los que llena de dinero, prebendas y favores a cambio de su respaldo. Semejante paralelismo es una desvergüenza impropia de un ministro socialista, pero a lo mejor todo se debe al problema de raíz. Su completa ignorancia.

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