Opinión

Quizá no vale la pena


El poder desgasta y habitualmente proporciona finales ingratos, una máxima que se cumple con asiduidad y que advierte de lo mal que lo puede pasar en su declive aquel que acepta practicarlo. Por eso se aconseja también no detentarlo si uno desea pasar serenamente la senectud y ser feliz cuando llega la edad del retiro. Observando el desastre en el que ha terminado sumido un hombre aparentemente serio y formal como José Antonio Griñán, que va a acabar ingresando en la cárcel aunque seguramente permanecerá poco tiempo en ella, cumple preguntarse si merece la pena dar rienda suelta a la ambición política y si el precio que se paga por semejante soponcio justifica  la lucha a brazo partido, el sacrificio y las renuncias que son necesarias para ser durante un tiempo, poderoso.

José Antonio Griñán fue condenado a seis años de cárcel por varios delitos –prevaricación, falsedad y malversación- condena que ha sido ratificada con carácter definitivo por el Supremo a principios de este verano. Tiene 76 años y está pendiente de beneficiarse de un indulto potestad del presidente del Gobierno que, sin embargo, no le libra de ingresar en la cárcel mientras el indulto es tramitado. De hecho, la Fiscalía ha pedido el ingreso inmediato de los nueve condenados entre los que naturalmente Griñán se cuenta. Es una situación horrorosa y digna de conmiseración pero inapelable en un escenario convulso, porque eso es lo que es en estos momentos la judicatura española. Un sinuoso tobogán sumido en el desorden y en la duda.

Ayer, la judicatura reflexionaba y comenzaba a imponer orden en varios frentes –la Audiencia ha tenido que mediar estos días en el tratamiento  de Urkullu con los etarras presos a los que las Justicia trasferida a Euskadi ha bendecido con el tercer grado a destajo, mientras la audiencia de Cataluña reabre la causa contra Ada Colau por untar asociaciones afines- y uno de ellos ha sido la permisividad en la que viven los condenados por el escándalo de Andalucía. La Fiscalía recuerda que el delito por el que Griñán y los suyos han sido condenados es muy grave y que es necesario que ingresen inmediatamente como exige el código de Justicia de un estado democrático. Griñán, al parecer, y eso es quizá lo más doloroso, va a la cárcel por tonto. No se enteró de nada y se la colaron. Nada menos que 700 millones de euros. Que no está mal para ejercer la manga ancha.

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