Opinión

Racismo mucho o poco

Las resultados de las muchas encuestas que se elaboran sobre este delicado tema indican que los españoles no se consideran a sí mismos racistas. Los encuestados responden que no lo son y se muestran orgullosos de no serlo. Sin embargo, esta respuesta tropieza frontalmente con la contestación ofrecida cuando se les pregunta por los demás. El ochenta por ciento de los inquiridos afirma que el resto sí lo es en mayor o menor grado. E incluso reconoce que en su ámbito más próximo residen varios.

Se trata simplemente y según los expertos, de un mecanismo de defensa ante la íntima certeza de que todos  portamos una huella de racismo en nuestro fuero más interno. Un proceder que en realidad nos avergüenza y que se debe seguramente a nuestra propia desinformación y nuestra carencia de costumbre en el tratamiento social y personal de aquellos que son diferentes a nosotros. Alguien los ha llamado micro-racismos, y es  probable que la mayor parte de los habitantes de un país como el nuestro, desacostumbrado hasta hace relativamente poco a convivir con otras razas, los padezca incluso sin quererlo. Salpica nuestro lenguaje cotidiano, nos impele a comportarnos como auténticos idiotas ante  la presencia de una persona de otro color, y nos vuelve ligeramente mentirosos, y vagamente miserables. Pequeños miserables es verdad, pero miserables al fin y al cabo.

Sin embargo, este retrato compartido de torpes usuarios de racismos pequeños y desgraciados, no basta para compararnos ni meternos en el mismo saco que esas bandas de indeseables que alardean de su patina salvaje en las gradas de un campo de fútbol, insultando iracundos y vociferantes a dos chavales brasileños de veintiún años que festejan sus goles bailando la samba que es como los brasileños de veintiún años de piel morena y alegría contagiosa suelen celebran sus goles desde que aquella práctica disparatada traída  a sus costas por los barcos ingleses cuyas tripulaciones bajaban a tierra en calzoncillos y con una pelota bajo el brazo, la impusieron y enseñaron.

Esas bandas de hinchas atroces no pueden campar impunes y el Atlético de Madrid no puede seguir tolerándolas. Asegura tener la mejor hinchada y puede ser cierto. Y también la peor… y no puede seguir perdonándola.

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