Opinión

Recuerdo a Cuco Cerecedo

Cuco Cerecedo era de una promoción de periodistas inmediatamente anterior a la mía, -nació en Vigo en 1940- aquella que comenzó a destacar por su creciente insumisión política y su deseo sincero y gratificante de abrir las ventanas.

Era un tipo alto y greñudo de sonrisa genuina y humor contagioso, al que no parecía importarle casi nada tal era su talante de cachondo desenfado, a pesar de que, en realidad le importaba todo. Yo le conocí bastante para mi fortuna, porque se inició en el mismo periódico en el que yo ingresé como manzanillo años después de que él lo dejara para irse a Madrid, pero cuando regresaba a Vigo se pasaba por allí para visitarnos y cuando eso pasó yo había sido nombrado redactor jefe del medio y nos apreciábamos. No era su amigo como lo era Pilar Cernuda, por ejemplo, o como lo eran algunos otros de mi quinta, pero nos apreciábamos...

Una noche de septiembre de 1977 se murió de sopetón en Bogotá donde estaba de viaje acompañando en su gira latinoamericana a Felipe González, y el mundo perdió a uno de los comentaristas políticos más sutiles y mordaces del periodismo español contemporáneo además de una muy buena persona. 

En su honor, la Asociación de Periodista Europeos entrega desde finales del pasado siglo los premios de nuestro oficio que llevan su nombre como el que le acaba de entregar estos días a el rey Felipe a Carlos Alsina, un muy buen sucesor de Cuco por que tiene pasión por la verdad, porque cultiva un gratificante sentido del humor, porque apela a la crítica serena y porque es un profesional sensato, riguroso y honorable. Es decir, el periodista al que Pedro Sánchez y su círculo de pretorianos más expresivos y cerriles teme, desprecia y se propone todos los días estrategias para que se calle. 

No lo hace nunca y tampoco lo ha hecho hasta ahora, con este premio y el recuerdo irrenunciable de Cerecedo en las manos. A Pedro le cambiaría la cara. 

Ayer también, Juan Luis Cebrián empuñó la pluma para comunicar a los lectores de "El País" que él y el periódico del que fue director antes de ser el jefe supremo de la empresa que lo edita, están aterrados. Cebrián es un trasunto más acojonado que Frankenstein, el científico creado por Mary Sheley y creador a su vez del monstruo. El diario en cuestión, consolidó a una criatura llamada Sánchez que ya no responde ante nadie ni nada y que en su delirio miente, corrompe, presiona, chantajea y amenaza. 

El precio a pagar lo dirá el futuro, pero el miedo se impone. 

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