Opinión

Recuerdos de un presente pasado

La mayor parte de los jóvenes desahogados, guapos y venturosos que pueblan las discotecas playeras conmemorando vagos perfumes del verano del 68 vestidos con sayas largas y vaporosas y la cabeza coronada de flores en noches temáticas, no tienen ni la menor idea de lo que fue en realidad el “flower power”. Vestidos de hippies de guardarropía y contoneándose con estudiada fatiga al compás de la música de “Jefferson Airplane”, estas chicas y estos chicos del nuevo milenio son los nietos millonarios y lustrosos de aquella generación de atribulados muchachos de finales de la década prodigiosa que eran llamados a filas para ir a morir a Vietnam y que se desperdigaron por el mundo huyendo de la recluta y eligiendo para agazaparse rincones poco poblados de la geografía europea a poder ser con mucho sol, mucha playa y pocas posibilidades de ser identificados y cazados a lazo por la embajada estadounidense del país elegido.

Así cayeron aquellos desertores del casco de acero o la chaqueta metálica en el archipiélago balear, en los remotos arenales del Algarve o en lo más sureño de la costa griega. Buscando salvar la vida y no volverse locos de remate en el caso de ser salvada. Liaron sus canutos, se perdieron en una permanente ensoñación y predicaron el mensaje contrario a la disciplina militar: “Haz el amor y no la guerra”.

De ese drama del que hubo un antes y un después solo queda ya el puro folclore. Los dueños de las noches ibicencas que han hecho de una tragedia de sangre una comedia mundana para ser representada. Ninguno tiene ni la menor idea de los movimientos estudiantiles que alentaron la rebelión, de los campus universitarios en los que se formaban murallas humanas para detener el avance de la Guardia Nacional colocando una guirnalda de flores en los caños de los fusiles o en los mangos de las porras.

Y reconociendo que la vida es así y que casi medio siglo después de aquella historia desesperada solo queda la carcasa, uno no puede por menos de torcer el gesto un poco incómodo viendo a Paris Hilton encanutada copiando los movimientos que ha visto en las revistas y poniendo ojos de ensoñación especialmente aptos para ser retratados.

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