Opinión

Resaca electoral

Con la resaca electoral y el patinazo de un candidato llamado Feijóo que aspiraba a gobernar con una mayoría suficiente y ha tenido que contentarse con una estrecha victoria que no le permite soñar con la Moncloa, el público en general parece haberse olvidado del dramatismo sin límites que inspira este reparto electoral porque el público es alegre por naturaleza y se contenta con poco. Nunca en tiempos posteriores a los turbulentos años de la guerra civil y la dictadura franquista se habían producido unas cifras en urnas que inspiraran tal sensación de fragilidad e inquietud, ni nunca habíamos atravesado un trance tan complicado que propusiera semejante escenario. Conviene recordar que en este panorama que nos dejan las votaciones del domingo, la elección de presidente del país está en manos de dos partidos que precisamente quieren separarse del país cuyo presidente tienen la posibilidad de otorgar. Y es muy probable además que la última palabra en esta pintoresca designación esté en manos de un sujeto que está reclamado por la Justicia española y lleva cuatro años huido de su rigor, refugiado en un país extranjero, aunque, eso sí, viviendo de la magnanimidad del Estado que se propuso derribar. Se trata en mi opinión de una circunstancia no producida en ningún país y en ningún tiempo de la historia, y si alguien conoce un antecedente que pueda comparársele en cualquier territorio, circunstancia, era o momento de la aventura humana, que no tenga inconveniente alguno en comunicármelo. Yo no recuerdo ninguno que se le parezca ni de lejos y cualquier corrección en este sentido será bienvenida y saludada.

Mientras tanto, Feijóo ya se ha pronunciado y afirma que abrirá turno de negociación como lista más votada. Añade que lo hará en primer lugar con el PSOE y luego acudirá a Vox, pero sus posibilidades son ínfimas. Sánchez  recogerá el testigo y amalgamará todo lo que pueda y le responda en su delirio por mantenerse en la jefatura del Gobierno. Lo hará en condiciones incomparablemente más precarias que las que le han servido hasta ahora y con el Senado mayoritariamente  tomado por la fuerza contraria. Aunque a él esas  cosas no le importen y acepte lo que le pongan, el marco de actuación está para él dramáticamente acotado. Y no hay capacidad ni modo alguno de ampliarlo. 

Cualquier ojeador político sensato  sospecharía que no come el turrón, pero con Sánchez nunca se sabe.

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