Opinión

El sentir de dieciocho millones

El diputado Rufián, en nombre propio, en nombre de la formación a la que representa, en nombre de una pretendida coalición de delegados regionales que sustentan los mismos planteamientos, y lo que es más sorprendente, en nombre de no se sabe cuántos habitantes de las comunidades de Cataluña, País Vasco y Galicia, ha comunicado al mundo que el rey Felipe y la Monarquía no les representa. Ni a él, ni a esos partidos coaligados ni a los habitantes de Cataluña, País Vasco y Galicia, expresando un sentir que podría quizá aplicarse con ciertas dudas a las primeras instancias citadas, pero que en modo alguno puede contener a todos los que este sujeto –rodeado de una magna parafernalia para aumentar el dramatismo de su parlamento- ha deseado involucrar en la comparecencia presuntamente colegiada. Rufián es, por tanto, un mentiroso y un manipulador, y los partidos a los que representa y que se han apropiado graciosamente y sin merecerlo del sentir y del pensar de dieciocho millones de personas –las que corresponden a los siete millones y medio de catalanes censados, los siete millones setecientas mil de vascos y los dos millones setecientas mil de gallegos- son exactamente igual de mentirosos y manipuladores que él. El manifiesto, leído públicamente en una comparecencia que ha disfrutado de la cobertura mediática adecuada es, por tanto, una estafa como todo lo que brota de la boca de los líderes independentistas, que nunca han dudado en modificar a su antojo los acontecimientos, las biografías, las creencias, las fidelidades, los hechos y por supuesto, la Geografía y la propia Historia, para tratar de documentar un planteamiento que carece de rigor y sustento histórico. No puede serlo porque se basa en un cúmulo de falacias, fruto mayoritario de especulaciones e interpretaciones. Los independentistas llevan siglos confundiendo lo que es con lo que les gustaría que fuera, y así se han ido construyendo su verdad que nada tiene que ver con la verdad verdadera. La que no aceptan.

Lo peor no es esa estúpida representatividad que Rufián y los suyos se han otorgado, sino el eco alarmante que pueden transmitir sus palabras en un momento tan delicado como el que vivimos, con un escenario político en precario, unas Cortes disueltas, unas negociaciones políticas en las nubes, un gobierno en funciones y un presidente de vacaciones. Valiente panorama.

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