Opinión

Sistemas e intérpretes

Ni todos los monárquicos están alineados con la derecha ni la república es una fórmula solo de la izquierda

Las abundantes encuestas que analizan los comportamientos sociales de los españoles suelen coincidir a la hora de definir los partidarios de la República y de la Monarquía. El país está dividió prácticamente en dos mitades y en torno a un 50% se consideran republicanos y el otro cincuenta por ciento se inclina por la Corona. Se trata de un reparto muy parejo al de la izquierda y la derecha. La mitad de los españoles son de izquierda o centro izquierda  y la otra mitad son de centro derecha o derecha sin más.

El problema en esencia y sometido a un análisis desapasionado y justo es, sin embargo, algo más complejo. No es verdad que todos los monárquicos están alineados con la derecha y es mucho menos cierto que la República sea una fórmula que compete solo a la izquierda. Conozco buena parte de partidarios de la causa monárquica cuyo pensamiento es abiertamente social porque el propio sistema ha evolucionado hacia una fórmula parlamentaria que es cada vez más próxima a los problemas de la calle, más cotidiana y sobre todo menos arbitraria. El propio soberano actual, el rey Felipe, tiene un acceso muy restringido a las cuestiones de gobernanza, mantiene una exquisita neutralidad, y tiene completamente prohibido por mandato constitucional inmiscuirse en cuestiones de índole política.

Al otro lado de la polémica, solo los españoles cometemos el incalificable error de identificar el color del gobierno derivado de la república con una opción de izquierda porque la república no es más que un sistema político basado en el sufragio universal que adquirirá el matiz ideológico que los votantes deseen eligiendo a su presidente y a los miembros de su parlamento y su gobierno. Incluso el sistema republicano difiere abiertamente uno de otro en dependencia del país que lo practique. No es igual la república de los Estados Unidos que la república de Francia. Y esta, a su vez, es diametralmente opuesta a la de Italia o la de Alemania. Ninguna se parece.

El matiz por tanto está en sus intérpretes y no en los sistemas en sí mismos. No hay un comportamiento republicano más detestable que el de Nicolás Maduro, y no ha habido un rey europeo más siniestro que Fernando VII. La República no ha sido ni buena ni admirable con los españoles. Y el rey Juan Carlos sigue sin portarse como debiera. Eso es todo. Y nada menos…

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