Opinión

Los sonidos del silencio

La situación planteada en Podemos, cuyo resultado más inmediato ha sido la sepultura en vida de Errejón y sus seguidores cuyas tumbas ha cavado con sus propias manos Pablo Iglesias el amado líder, puede conducir al espectador a ciertos estados emocionales comprensibles pero no por ello totalmente disculpables. Cuando se plantea una pugna en estas condiciones, el público no puede resistirse a tomar partido y lo más natural es que se incline por el sujeto que considera más débil. En este caso, lo sencillo es inclinarse por Errejón que se supone ha sido silenciado, vapuleado, decapitado y martirizado por aquellos que mandan en el partido. Errejón es para algunos, una víctima e inspira conmiseración. Para mí es simplemente el que ha perdido una feroz y encarnizada pelea política desencadenada por el control, el poder, la posición, la influencia, la popularidad y la pasta…

La caída de Errejón es, bajo mi punto de vista, incluso anecdótica. Y lo es en comparación con las conclusiones que pueden obtenerse de esta batalla y que nos transmiten la certeza de que Podemos es exactamente igual que cualquier otro partido político y que toda la carga de utopía, generosidad, nueva política, unidad, sacrificio, servicio, identidad con los más desfavorecidos y carencia de ambición que nos fue vendida en los tiempos de su fundación es un fraude que hace de Podemos un grupo más mísero que el resto. Al menos en los partidos constituidos y veteranos las broncas por el control interno apenas se disimulan, y no hace falta maquillarlas echando mano de discursos mentirosos. Lo que hay es lo que hay y no hay más cascaras.

Cuando Pío Cabanillas dijo aquello de “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”, Iglesias no había nacido pero ese detalle, visto lo visto, carece de importancia. A mandar se aprende pronto y el mando le pone a uno el cuerpo en marcha como en el chiste del gorila y el cazador que se lo lleva por la noche al campamento.

Podemos es un partido que aprovechó frustraciones, alentó falsas esperanzas y se valió de recursos de nueva generación para expandir el mensaje, pero tras esa corteza de modernidad entusiasta y tras ese discurso vano de universitarios teóricos e activistas vagamente ilustrados no hay en realidad novedades ni un proyecto que pueda ilusionar porque todo lo que se lleva a la práctica es incoherente y falso. Tiene incluso peor aceptación, porque ha jugado con sentimientos y con necesidades

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