Opinión

Todos los tiranos parecen hermanos

Lo malo de los dictadores es que son zafíos e incultos y no recuerdo yo a ninguno de esta especie que nos haya salido refinado. Son bestiales en sus planeamientos, sordos a lo que les dicen, asnos en su conocimiento y, en general, groseros y perdularios tanto en sus vidas públicas como en las privadas.

Esa condición de animalidad que se refleja habitualmente en los ojos y que sale a relucir en cuanto el sujeto abre la boca, caracteriza como no podía ser de otro modo a este Maduro que le ha tocado en suerte a Venezuela. Se trata de un espécimen de libro, culturalmente insolvente y habituado en su tierra a decir lo que se le viene a la boca sin que nadie pueda protestarle ni decirle nada. Cualquiera se arriesga a responderle sabiendo que ha desarrollado todas sus escasas potencias para tener al personal sujeto y con la boca quieta y el que se desmanda va a la cárcel. Eso lo han hecho todos los dictadores a lo largo y ancho de la Historia y este, como es natural, no podía ser menos. Por eso supone, sin el más mínimo fundamento, que lo de insultar y atropellar al vecino es práctica habitual y no sospecha que en los países democráticos insultar ferozmente a cualquier otra persona esta severamente penado. A Maduro le dijo en su momento un pajarito que podía cerrar periódicos y emisoras que no le bailaran el agua, que todo aquel que no pensara como él podía ser encarcelado, que estaba legitimado para liarse a porrazos con los que solicitaran su libertad, y que podía controlar todas las instituciones de su país sin que hubiera que rendir cuentas. Ni al Parlamento ni al juzgado.

Es por lo que se ha liado a insultar a un jefe de Gobierno y es por lo que el país agredido ha respondido apelando a los instrumentos que un Estado libre pone en manos del ciudadano para que no pueda ser atropellado impunemente. Maduro, en su extrema ignorancia, no lo sabe. Pero es una obra de caridad enseñar al que no sabe y ya viene siendo hora de que este mandatario al que las urnas le han enseñado una tarjeta roja que no ha sabido advertir, aprenda lo necesario.

Maduro es lo que es. Un tirano feroz e iletrado, sin la mínima formación y, lo que es peor, sin el respeto que se le ha de deber a un jefe de Gobierno democrático. Maduro es inmaduro. Pero él no lo sabe.

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