Opinión

Tradición en la mesa

Desde el punto de vista estrictamente gastronómico, lo que se nos viene encima tiene un interés muy relativo y es precisamente en esa condición de tradición algo fatigosa, respeto a la costumbre y poco riesgo donde en el fondo anida toda su magnificencia. A casi nadie se le ocurre sorprender a la familia en estas fiestas con una propuesta de ruptura, y a lo más que se debe aspirar es a una elaboración algo más avanzada de los platos de toda la vida. En mi opinión, tomarse las mesas de Navidad como tablas de experimentos es un error garrafal y aquí hay que cenar lo que se conoce que funciona y lo que uno sabe que se lo come desde el pequeño de la familia hasta la abuela aunque a lo que funciona se le apliquen unas pinceladas de modernidad y nos parezca más de nuestro tiempo. Por ejemplo, turrones de gin-tonic. Cambiarlo todo para que nada cambie que dirían los clásicos y yo estoy plenamente de acuerdo.

No todos lo están, eso también es cierto. La mayor parte de las publicaciones que editan a estas alturas revistas de contenido navideño se empeñan en complicar las citas de Navidad con muestrarios la mar de estrambóticos apelando a la salud y a la originalidad como si eso fuera lo que buscan las familias a la hora de sentarse a la mesa en estas fechas y los comensales estuvieran pendientes del colesterol, los triglicéridos, el ácido úrico y las oscilaciones de la tensión arterial poco antes de desdoblar la servilleta. No es que yo le haga ascos a un humus de alcachofas con setas y gulas porque yo soy un alcachofero irredento y las alcachofas me las como hasta crudas, pero hay días y días.

Estas citas tienen mucho que ver con lo que uno ha mamado desde pequeño y en mi entorno teníamos la costumbre de que en Nochebuena se cenaba todos los años lo mismo aunque a mí la maldita compota de orejones y castañas que mi padre imponía a la trágala porque era de Miranda de Ebro me hacía polvo pero así estaba escrito. Los años pasan muy deprisa y dejan un rastro muy hondo así que los recuerdos llegan al galope en forma de olores, sabores, imágenes y sonidos. Yo me comería la fuente entera de la compota aquella si así pudiera conseguir que mi padre y mi madre estuvieran de nuevo conmigo. Por desgracia, eso es imposible. Jamás he vuelto ni siquiera a intentar hacerla.

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