Opinión

Los traidores, los cobardes...

Todos los golpistas son de naturaleza huidiza y cobarde porque su propia condición azuza ese comportamiento. Un golpista es un traidor –a sus compañeros, al compromiso que ha jurado defender, a la legalidad vigente, a su país, a su familia, a sus ideales si los hubo- y por tanto lleva el estigma de la traición dibujado de forma indeleble sobre su piel a sangre y fuego. Traidor fue Judas Iscariote, que acabó saltando la banca de su propia cobardía poniendo fin a los arrebatos de su conciencia colgándose por el cuello de la rama de un olivo.  

La historia está llena de bellacos que hacen de la traición su modo de vida y se constituyen en golpistas capaces de erigirse en campeones de la causa cuando esta triunfa. Sin embargo, cuando comprueban que el empeño se queda por el camino, no tienen el más mínimo escrúpulo en dar vuelta a la situación y escudarse en aquellos que ha mandado por delante a desbrozar el camino. El escenario más extendido cuando el plan fracasa es que paguen los más tontos y se libre el que incita. Ese es el paisaje que parece tomar cuerpo tras este disparatado asalto al Capitolio que se ha saldado con cinco muertos tras el fallecimiento más reciente de uno de los policías que lo defendían de una turba inspirada y aventada –y ese es el punto máximo de esta frenética locura- por el todavía presidente de los Estados Unidos. Donald Trump trata a estas horas de dar marcha atrás en su carrera suicida tras la gravedad de los hechos que él mismo ha provocado, pero es posible que no lo consiga. Ha originado un conflicto de tal gravedad que puede –y debe- acabar con él en la cárcel por traidor, rebelde y golpista.

La actuación de Donald Trump no se diferencia sustancialmente de la protagonizada por otro sujeto de su mismo paño llamado Carles Puigdemon al que, para sorpresa de personas biempensantes y respetuosas con las leyes de su país como yo mismo, protegen las autoridades judiciales de la organización continental a la que pertenecemos. Puigdemont es un cobarde y un traidor que ha huido dejando a sus compinches de asonada vendidos y en la cárcel. Puigdemont mandó por delante a los idiotas y salió corriendo cuando las cosas se pusieron duras. ¿Pagará por ello? Sospecho que no, y confió más en la prisión para Trump que la de su hermano de fechorías.

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