Opinión

Las tristes despedidas

Como madridista que soy y ya veterano y corrido en esto de ser merengón desde la infancia, siempre me he maravillado de lo mal que terminan siempre con el club las estrellas indiscutibles del panorama blanco. Los ídolos de Chamartín se marchan indefectiblemente por la puerta de atrás, con malas caras y desacuerdos con la directiva, tristemente despedidos y dando un portazo hasta el punto de que, si bien en ocasiones el hijo pródigo vuelve a casa años después y cuando ya se han curado todas las heridas, muchos no han querido saber nada del club en el que militaron tantas temporadas de gloria y pasión y se han desvinculado de él de por vida.

Desde que tengo memoria blanca, conozco pocos a los que se les ha tributado el cariño y el reconocimiento que merecían, y para mí todo empezó con Di Stéfano que terminó tarifando con Bernabéu, tomó los bártulos comprensiblemente emputecido y se marchó a acabar sus días en el Español de Barcelona para no volver al club de sus amores y referencias hasta que Florentino le abrió sus puertas y le convirtió en presidente de honor de la entidad. Por la puerta falsa y con sensación de profunda amargura han desfilado hacia la salida dioses de los altares merengues como Juanito, Velázquez, Del Bosque, Stielike, Hierro, Raúl, y muchos más. Ahora, Iker Casillas. Todos ellos son un ejemplo vivo de que en el Madrid se cobra mucho dinero y se viven momentos de incomparable grandeza, pero cuando toca la hora de decir adiós la relación se oscurece y termina cortada a machetazo limpio. En mi opinión, y entendiendo que Casillas ha perdido la confianza de la grada y en muchas ocasiones no ha estado fino, no merece un final de estas características. Si eso ocurre en un equipo inglés con uno de sus grandes ídolos, interviene la Fiscalía de oficio. En cualquier caso, ni se les ocurre. Un jugador del Liverpool lo es para toda la vida y Anfield es su casa hasta que se muera. Se irá ovacionado por toda la peña y cantando “You’ll never walk alone” a voz en grito.

Pero el Madrid es el Madrid y lo sabemos todos los que somos de la cofradía del madridismo. A muchos no nos gusta un pelo y maldecimos estos tragos que hacen que el equipo más grande parezca de vez en cuando un cuarto húmedo, triste y sombrío.

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