Opinión

Un balón de playa

Messi recibe su sexto Balón de Oro tras su vulgar última campaña vestido de azul y grana

Los criterios por los que se rigen los comportamientos de las más altas instancias del fútbol internacional son tan inescrutables como los designios de Dios Todopoderoso. Hace años, negaron la concesión del Balón de Oro a dos jugadores de la cantera del Barcelona como Xavi e Iniesta que entonces habían alcanzado ambos su máximo nivel de excelencia como le fue negado por el mismo tiempo a Raúl en el mejor momento de su brillante carrera.

Este año, cuando el Barcelona atraviesa uno de los momentos más infecundos y lamentables de su devenir histórico, con problemas graves en el campo y especialmente en los despachos, obtiene un sorprendente pleno en la designación de los premiados en todas las categorías. La internacional azulgrana Alexia Putellas obtiene –probablemente con gran merecimiento- el título a la mejor jugadora de fútbol femenino, y Pedri se lleva el que corresponde a la mejor promesa mundial, aunque el joven futbolista canario lleva medio año sin jugar y recayendo de sus lesiones porque ha sido literalmente reventado por el club que lo descubrió y que decidió obtener de su valía el máximo rendimiento aún a riesgo de troncharlo. Pedri no ha vuelto a pisar un campo de fútbol desde el final de la temporada anterior. Casi un niño, tierno y delicado, ha sido objeto de un trato incompatible con la necesidad de cuidar los valores en alza.

Pero la culminación de este despropósito en el que se ha convertido la concesión del Balón de Oro, -reducido a un indeseable cruce de intereses que nada tienen que ver con la justicia y la equidad- es la designación de Leo Messi para el premio. El argentino ha recibido el sexto Balón que le dan en su carrera  como consecuencia -o así hay que suponerlo- de su última campaña vestido de azul y grana. La campaña fue vulgar, el equipo no hizo los deberes, él se limitó a tirar los libres directos y los penaltis, se paseó con la camiseta de su selección hasta el punto de desatar las iras de sus compatriotas, pasó por los tribunales y, al final de temporada y tras un amago por carta certificada, se largó con viento fresco a Francia.

Menos mal que aún queda poesía en el fútbol. Por ejemplo, el Panaderías Pulido de Tercera División, rival de la Real Sociedad en Copa del Rey. Esos sí que se merecen todos ellos el Balón de Oro.

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