Opinión

Un mal ejemplo

Pedro Sánchez está comenzando a ofrecer en esta campaña electoral un pésimo ejemplo. No es el presidente un personaje conciliador ni se ha distinguido nunca por exhibir el perfil de un personaje comprensivo. Por otra parte, la campaña para estas elecciones ha ido angostándose paulatinamente hasta sacar a pasear la parte más antipática y más áspera del diálogo político. Estamos además ante un presidente del Gobierno y un jefe de la Oposición que no se profesan la más mínima simpatía y que, muy al contrario, se desprecian  profundamente  y no se irían juntos ni a tomar un café. Esa animadversión personal que no suele ser habitual en la política nacional porque salvo excepciones, los jefes de los partidos conservadores y progresistas especialmente antes de la Guerra Civil, se han respetado e incluso se han prestado ayudas coyunturales como hicieron Cánovas y Sagasta y Dato y Canalejas, Sánchez y Feijoo no se guardan cariño alguno. Pero este escenario que se advierte a cada tramo de la campaña y en cada día,  no es suficiente argumento para disculpar el comportamiento de un presidente que ha perdido por completo la compostura.

Pedro Sánchez es un superviviente que ha aprendido a defenderse atacando. Lo hizo cuando la aristocracia del partido lo tiró por una ventana  y supuso que había acabado con un sujeto molesto. Lejos de rendirse, se levantó, se metió en un coche y se dispuso a recorrer todas las asociaciones regionales para recuperar a base de dar la murga y gracias al vis a vis, el capital político perdido. Pero también es un sujeto sin misericordia y con la conciencia justa. Nada más recobrar el poder, se pasó por la piedra a todos sus rivales en una operación de limpieza de difícil paragón en un partido que nunca se ha distinguido por la armonía entre sus clases dirigentes. No dejó ni uno y solo ha recuperado y no completamente, a Antonio Hernando. 

Sin embargo sus actitudes actuales reflejan un aspirante de muy mal estilo. Molesto por la crítica hacia una administración de Correos al que se propia y personal designación ha colocado al borde del colapso, ha respondido echando culpas a sus enemigos. Cree que todas las encuestas están manipuladas salvo las que le dan favorables y cree que el campo lo encharcan los demás y no él. Está nervioso y desquiciado. Y se le nota mucho.

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