Opinión

Una de sentimientos

Muchas veces me he planteado qué pasa por la cabeza de un deportista de élite cuando, tras años de esfuerzo en persecución de un logro, acaba conquistándolo. El mejor modo de averiguarlo ha sido siempre acudir a las fuentes y yo, cuando tuve ocasión, así se lo pregunte a alguno de ellos. Les pregunté cuál era el sentimiento dominante a la hora de coronar el triunfo soñado, emoción, alegría, rabia, cariño, turbación, desconcierto, conmoción... En la mayor parte de las ocasiones, la respuesta coincidente expresó que se produce en ese instante incomparable una mezcla de todos ellos que no se puede explicar con palabras. Se arremolinan recuerdos, agradecimientos, sensaciones, estremecimientos…

Sin embargo sí que existe cierta coincidencia en un punto. A la explosión de gozo que sigue a un triunfo sumamente apetecido, sucede un episodio de profunda postración de la que no es tan fácil recuperarse.

Sospecho que en política las situaciones son muy parejas. Hay hombres y mujeres que habitan en esta fauna y que no hacen día a día otra cosa que prepararse para obtener el ansiado podio en el escalafón de poder para el que se han estado preparando toda la vida. Los hay, en efecto, más o menos ambiciosos y, por tanto, el objetivo varía en dependencia de los apetitos de cada cual. Los hay que fijan todos sus esfuerzos en llegar a alcaldes de su pueblo, y los hay en cambio que no se contentan con obtener una cartera ministerial y sueñan con ser algún día presidente. Es lo que supongo le ha pasado al nuestro, que se ha acomodado la silla a la que llegó de rebote y la ha encontrado a su medida. Sin embargo, sospecho que ese bajón que aqueja a los atletas una vez coronado su objetivo más apetecido, también acecha a los políticos cuando comprenden que han llegado al tope e indefectiblemente alguien vendrá alguna vez y te bajará de él a estacazos. Es aquella situación tan frecuente en las películas del Oeste en las que alguien le advierte al pistolero. “Un día, llegará alguien que será más rápido que tú”

Por fortuna, es un reducido grupo de población el que ha de enfrentarse a situaciones semejantes. Al resto nos basta con pasar por la vida lo mejor posible, amar, ser amado y pagar las facturas. Si es la de la luz en estos tiempos, estamos apañados.

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