Opinión

Viaje a Bruselas

No parece muy propio que Yolanda Díaz acuda a Bruselas para reunirse con Carles Puigdemont, por mucho que en los círculos próximos a ella adviertan que se trata de una visita prevista en su agenda política para debatir los términos de un posible pacto parlamentario. Al fin y al cabo, Puigdemont  es, a todos los efectos un prófugo de la Justicia española como lo es también el monaguillo que el golpista catalán se lleva al encuentro -el ex conceller de la Generalitat igualmente reclamado, Antoni Comín- mientras que Yolanda Díaz es, nada más y nada menos, vicepresidenta del Gobierno que lo reclama y que lo tiene en la lista de más buscados. 

Estos episodios que superan con mucho la caricatura, se están convirtiendo desgraciadamente en anécdotas propias de un estado político y social inclasificable en el que pasan cosas como ésta y seguramente pasarán cosas mucho más graves. El gabinete en funciones no es, y a las pruebas hay que remitirse, ni gabinete ni nada sino un caos  desordenado y absurdo en el que cada cual va a lo que va. De hecho, desde Moncloa se han apresurado a poner en circulación un comunicado con el único objetivo de desvincularse de este viaje de la vicepresidenta a Bruselas para vérselas con un delincuente que tiene cuentas pendientes con los juzgados españoles. Si desde el punto de vista político alguien acepta el sentido de este mensaje, -en el que se recalca que Yolanda Díaz va al encuentro con Puigdemont en nombre de su partido “Sumar”-, allá su conciencia y sus principios, pero desde el punto de estrictamente institucional y con la ley en la mano, Yolanda Díaz es vicepresidenta del Gobierno y no puede deslindar a voluntad y según le convenga en cada caso ambas responsabilidades.

Ella es vicepresidenta del Gobierno de España, su interlocutor es un fugado de los tribunales españoles que le esperan para internarlo en prisión, y ni es aconsejable, ni es éticamente asumible, ni es lícito establecer con él una relación de igualdad como si este tal Puigdemont fuera un político cualquiera. Esto no debería producirse, y el PSOE muestra la misma culpa por aceptar que un miembro del Gobierno que ostenta se vaya a Bruselas por su cuenta y riesgo a charlar amistosamente con un fugado, que si se personara en Bruselas acompañándola.

Pero esto lo sabemos todos –también Moncloa lo sabe- y lo aceptamos sin otro particular. Menos mal que está Jenni Hermoso para tapar lo que haga falta.  

Te puede interesar