Jorge Verstrynge, político de la derecha que se pasó a la izquierda si bien antes ofreció tal repertorio de facetas distintas en el desempeño de su condición ideológica que no es tarea fácil suponer o sospechar más bien por dónde camina, me recuerda a mí poderosamente a un presidente del Gobierno que tuvo Isabel II llamado Luis González Bravo que también se pasó su existencia cambiando de chaqueta tantas veces como le resulto necesario el cambio, y que terminó su existencia conspirando contra no se sabe qué enemigos concretos porque, al final, era más complicado decidir quiénes eran sus enemigos que sus amigos. Si a González Bravo le hicieran los periódicos de su tiempo una entrevista en sus años finales, probablemente se parecería a la que le acaba de hacer a Vestrynge el diario “El Mundo”, en la que se comprueba fehaciente que este señor tiene tal empanada en la cabeza que ni José Antonio Primo de Rivera, y mira que el líder de la Falange la tenía y de las buenas.
González Bravo ya manifestó desde joven su inquebrantable vocación de hacerse un lío. Fue masón y carbonario en su juventud cuando estudiaba Filosofía en Alcalá de Henares, militó en el Partido Progresista durante la regencia de María Cristina a la que ayudó y posteriormente atacaría salvajemente desde los periódicos, amparado en el atrabiliario seudónimo de Ibrahim Clarete. De progresista y masón pasó a moderado cuando se convirtió en fiel escudero de Ramón Narváez. Con Narváez fue involucionando y extremándose en la derecha hasta convertirse en un canalla represor. Poderoso ministro de Gobernación en esa época, hizo de la policía un instrumento político al servicio del régimen y llenó el país de espías y delatores para cazar progresistas. Suya es la orden de abrir fuego contra los manifestantes de la noche de San Daniel. Terminó convertido en carlista, y se murió en Biarritz conspirando a favor del pretendiente Carlos María Isidro.
Verstrynge ha hecho el viaje contrario pero es un viaje tan caótico como el de su inspirador. De falangista a ideólogo de Unidas Podemos, aterrizando de tiempo en tiempo en todas las casillas del espectro político. Y eso que ahora se le recuerda más como padre de un supuesto amor de Pablo Iglesias que tiene el pelo rojo como lo tenía él. Lo tenía, repito.