Opinión

La vida en tres saltos

Confieso sin rubor que me ha emocionado el bronce de Ana Peleteiro y que por el momento es la alegría más grande que me han transmitido estos Juegos Olímpicos de Tokio en los que las esperanzas españolas de alcanzar medallas se advierte cada vez más angosto. Teníamos muchas ilusiones puestas en la trayectoria de los deportes de equipo, pero se nos han ido derrumbando a medida que se van produciendo los resultados. Se nos han caído las chicas y los chicos de Voley Playa, no han pasado ellas en balonmano, tampoco se han clasificado los y las de hockey –la de chicas cayeron ante las británicas en la tanda de penaltis- y en baloncesto, la selección femenina tiene las posibilidades intactas pero a los hombres les toca el equipo de estrellas de los Estados Unidos, algo devaluadas a juzgar por los tanteos previos, pero con la suficiente enjundia como para sospechar que eliminarlos va a ser algo más que una machada.

Por eso hay que agarrarse a subidones como el que nos ha ofrecido Ana Peleteiro, esta atleta de Ribeira que nos ha conquistado el corazón a todos y de la que nos sentimos tan orgullosos. Serena, valiente, fuerte, equilibrada, humilde, voluntariosa y guapa (¿se puede decir eso ahora sin que la liemos parda?), Ana Peleteiro es un ejemplo en el que reflejarse, y un referente trascendental y totalmente merecido para las generaciones de atletas que vienen tras ella abriéndose paso y en la que pueden y deben mirarse. Ella ha sabido madurar, ha elegido con sabiduría su camino, y ha ido probándose poco a poco hasta situarse en el momento ideal. Un instante irrepetible que se dibuja en tres pinceladas. Tres saltos mágicos que juntos suman 14 metros y 87 centímetros. Una barbaridad. Un vuelo a las estrellas. Un salto para toda la vida. Una gozada… Ana Peleteiro es hoy el mejor argumento del que se puede echar mano para destacar todas las virtudes que destacan y ennoblecen a una generación de españoles y españolas. Una generación espléndida –tienen ahora entre veinte y treinta años- libre de prejuicios, capaz de sumar, viajada, independiente y mucho más preparada que lo fueron las anteriores. Es también una generación doliente a la que la pandemia ha golpeado sin piedad en el momento en que había despegado. Gracias Ana.

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