Opinión

Villanos para sí mismos

Desde tiempos inmemoriales, el universo pop se ha manifestado muy crítico con el poder y en general ha adoptado una posición de envite hacia las clases dirigentes. Desgraciadamente, muchos de esos iconos de la contestación que han escrito las letras de sus canciones con durísimos reproches hacía la oligarquía, la conquista y el dinero, se han visto envueltos a su vez en esa misma amarga realidad que aborrecen, convertidos en un dramático despropósito como parte del universo que se han cansado de maldecir. En tal condición, han derivado sin apenas pretenderlo en paradoja andante y criaturas de su propio desprecio.

La historia lo testifica. La mayor parte de los héroes de la música más influyente del último siglo han acabado duramente regañados con su conciencia y asqueados de contradecirse permanentemente porque ellos mismos saben que no es lícito caricaturizar con extrema dureza a los que tienen dinero, engañan al fisco o explotan a sus trabajadores sabiéndose parte activa de este grupo malvado, una dramática certeza que acaba con cualquiera. De hecho, ha acabado con muchos de ellos y las carreras hacia el infierno, las muertes más truculentas y la degradación más extrema anidan en este colectivo inconsecuente y disparatado. Pero esta condición no solo afecta a estrellas de otra galaxia como Jagger, Lennon o Dylan. El síndrome de la incoherencia anida también en muchas almas cercanas.

Ahora es Ana Torroja, la voz de aquella banda pop elegante y quebradiza llamada “Mecano”, la que ha aceptado asumir su lugar en entre los réprobos, reconociendo un delito que avergüenza mucho y desautoriza más aún. Tras reconocerse públicamente como defraudadora de impuestos, ha preferido pagar a Hacienda un millón y medio de euros antes de dar por dos años con los huesos en la cárcel como culpable de un repetido delito fiscal. Hacienda somos todos y ha de pagar más quien más gana, pero Ana Torroja solo lo cree en los demás y se ha comportado exactamente como se comportan los truhanes que a menudo saltan en los versos de sus canciones. Ella también es ahora malvada porque durante años ha cometido una estafa en una de sus modalidades más indignas. A partir de ahora, cuando cante, más vale que hable del mar y la salsa de tomate. Así no se lía ni nos miente.

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